Existe en este mundo un sinnúmero de gente que cree tener permiso para todo sin necesariamente tener las aptitudes para hacerlo con inteligencia. Al ser intrusivos, no tienen ninguna consideración acerca del equilibrio general de la vida de otros.
Felizmente, siempre he sabido no adherirme a sus maquinaciones. Para poder entrar en el Gran Silencio, se debe dominar el arte de ser inservible. Mi vida física es la imagen de mi vida espiritual. Si tolero a los vampiros es a mí mismo que castigo ya que ellos no piensan sino solamente a corto plazo, como un virus. Yo tengo proyectos anticipados para varios decenios por lo que difícilmente tolero ese tipo de relaciones dañinas. A algunos les ocurre, si se aproximan demasiado, que debo forzar nuestra relación a pasar de lo emocional a lo energético.
Si la energía no circula en una relación es un signo que la persona no logra integrar sus emociones que perturban su capacidad de juicio. Entonces, yo me centro en nuestra relación energética que es verdadera y permanente. Es al dejar libres a quienes amo que puedo favorecer mi felicidad; de esa forma guardo intacta nuestra relación energética. Si están en ruptura con ellos mismos eso no me concierne ya que recibirán el salario de sus pensamientos. Yo conozco bien los míos y definitivamente están orientados a lo inmutable. Así, ofrezco una superficie lisa en la cual es difícil vampirizarme.
Yo les brindo muy poca superficie de impacto. Soy atento a todos sus movimientos mas permanezco impasible, de ese modo, sus flechas venenosas rebotan en este escudo natural y regresan a ellos para golpearlos con una mayor intensidad que la que me fue destinada a mí.
Nada me desvía de lo que soy; aquello me da mecanismos muy eficaces de detección de vampiros. Si alguien me desea mal, todo el universo va a oponerse a esa persona para permitirme permanecer armonioso. Los invisibles están ahí para ayudarme si es necesario. La energía en mí esculpe el mundo a su imagen y reequilibra conscientemente mis relaciones.
Hace algunos años yo comencé a sentir un dolor al nivel de la caja toráxica. El dolor era tan intenso que consulté a un médico quien me hizo pasar algunos exámenes para el corazón y los pulmones. El diagnóstico fue que mi corazón y mis pulmones eran saludables y, según el doctor, yo viviría hasta la vejez. Mis ejercicios de meditación dirigidos a la apertura del corazón parecían atraer mi atención hacia mi relación con mi padre. Sentí que era necesario reequilibrarla a toda costa, aún a riesgo de forzarla a pasar a un nivel energético. Entonces efectué el cambio conscientemente en el nivel sutil. La misma noche, mi padre entró al hospital por causa de un bypass al corazón. Ahora bien, yo no sabía que él tenía dolor en ese momento en la misma área que yo, pero por empatía, yo lo sentía también. Mi padre y yo estábamos en un estado de comunión que supera el entendimiento. Después de una experiencia como esa, me es imposible dudar del poder de lo invisible y sobretodo de la conexión sutil que tengo con quienes amo. Ahora presto mucha atención a mis pequeños malestares al igual que al dolor, ya que siempre debo preguntarme si soy yo quien los sufro o si se trata de otros.
Me ocurre, por simpatía, que puedo sentir el mal de otra persona y estar enfermo con ella contra mi voluntad. Lo he podido verificar en varias ocasiones y he conocido personas aún más sensibles que yo, quienes me han convencido que tal fenómeno puede ir muy lejos. Por tanto, es benéfico hacer regularmente un “chequeo general” de nuestras relaciones sociales. Para que un jardín sea bello y prolífico las malas hierbas deber ser arrancadas regularmente.
El dejarme chupar mi energía por otros es un fenómeno pernicioso que perjudica mi equilibrio. Los vampiros se presentan a menudo como amigos. Ahora bien, en muchos casos ellos son sinceros ya que no se dan cuenta de que son energívoros. Aunque soy inmortal, no tengo tiempo que perder. A veces, eso es desconcertante ya que se debe mantener el rumbo en una tempestad de adormecidos furiosamente listos para matar para continuar así. Yo escaneo entonces continuamente el cielo de mi pensamiento a fin de ser advertido cuando un vampiro se me aproxima. Yo me obligo a privilegiar las relaciones energéticas y, mientras más tengo, más estable soy. Es entonces difícil para un vampiro probar su suerte conmigo.
Para permanecer en el Gran Silencio yo preservo a toda costa esa paz oceánica que ocupa constantemente mi pensamiento. Eso es capital. Solamente estoy disponible para mis amigos de esencia. Me reservo el tiempo para pensar cada día.
Extracto de El Gran Silencio