Extracto de El Gran Silencio
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Mi dominio del francés escrito nunca ha sido perfecto y el hecho de tener que siempre hacer corregir los textos de mis cómics me ha sacado de mis casillas. Yo tenía veinte y un años y hacía cómics desde hace once años, sin embargo, me parecía que me repetía y tenía la necesidad de renovarme.
Es al descubrir al pintor Keith Haring que comprendí que mi estilo de cómics se daba bien en la pintura. Ahora bien, en mis pinturas, no tenía la necesidad de poner palabras y eso me inspiró finalmente a realizar mi serie Abstracciones. Había comprendido que el francés me limitaba considerablemente y quise crear un concepto sin palabras. La primera ola de mis Abstracciones irrumpió con una violencia poco común. En menos de un mes, el contenido de mi mundo interior se vertió en un raudal ininterrumpido que me ubicó en el Gran Silencio.
Todos esos símbolos se habían acumulado en mí en el transcurso de los años y deseaban manifestarse para obtener su derecho de existir por sí mismos. Entonces comenzó un largo periodo de inspiración fértil y profunda que yo llamo, mi periodo de lirismo abstracto. Este lirismo es un canto que quiere expresar una emoción en lo abstracto. Es un canto silencioso, por lo que, por esencia, está constituido de formas, líneas, y colores.
Durante ese periodo, pinté más de cincuenta lienzos en ese estilo lírico abstracto que me permitió realmente expresar lo inexpresable. También garabateé febrilmente más de mil quinientas páginas de mis Abstracciones, siempre omitiendo conscientemente las palabras.
Fue un largo trayecto que me guió ciertamente más que ningún otro hacia estados místicos que han percutido mi persona alrededor de los veinte y ocho años. Por medio de un proceso metódico de descensuración, me hundí en lo más profundo de mí, en ese lugar donde las palabras no son necesarias. Es un estado sutil que me pone en contacto con lo invisible ya que el nivel mental ya no está en estado de perturbarme. Fue entonces mi idealismo subjetivo fundado en los sentimientos y la inspiración, lo que me facilitó alcanzar el Gran Silencio. No me había imaginado que eso era posible, mas aquel acto de creación ha favorecido mi despertar.
Yo tengo la vocación, estoy dispuesto a todo para hacer de la creación el centro de mi vida. Mi arte me vuelve a traer a un estado tan puro que, a veces, se me hace difícil conciliarlo con las necesidades del mundo moderno. Yo me siento salvaje. Doy vueltas en círculo cual fiera hambrienta en una jaula demasiado pequeña. Me siento peligroso para la mayoría de los humanos que se perciben como víctimas. Se sabe que el miedo percibido por la fiera es lo que la estimula a perseguir inexorablemente a su presa y a apropiarse de su energía vital.
El arte es para mí una forma de meditación profunda. Me parece el equivalente del yoga ascético de un monje. Por otra parte, una de las técnicas que los monjes tibetanos utilizan es la creación de tankas. Durante varios días, se esmeran en crear con arena fina coloreada, un mándala de gran complejidad. Es el proceso mismo lo que va a permitirles apaciguar la mente y centrarse en el absoluto.
Sin saberlo, yo favorecí desde los veinte y un años una forma de arte que iba inevitablemente a desencadenar en mí el Gran Silencio. Mi arte me reubica sin concesión en mi centro. En aquella época, una estructura sutil que iba a permitirme entrar sin perderme en el Gran Silencio se instaló en mí. En efecto, mi obra es lo bastante vasta como para ayudarme a recordar lo que soy en realidad. Ella consta de miles de páginas de mi diario, una centena de lienzos y cómics que forman un rastro visible del desarrollo de mi pensamiento. Incluso antes de comenzar oficialmente a hacer cómics cuando tenía diez años, yo dibujaba mucho y he podido conservar varios de aquellos dibujos.
Mientras la mayoría de la gente vive en la bruma, a falta de tomar notas todos los días, yo poseo una plataforma sólida que me recuerda constantemente a mí mismo. De hecho, he constituido un sistema. Es ahí donde radica mi fortaleza. El absoluto no es tan difícil de alcanzar pero traerlo al nivel relativo es casi imposible en el mundo materialista de hoy en día. Los poetas siempre han poseído las llaves de lo invisible y yo me he servido bien de esas llaves.
El Gran Silencio está siempre presente mas el mundo moderno, con sus preocupaciones fútiles, nos desvía de él desde la infancia. Es mi vocación de artista la que siempre me ha permitido asumir mi nada en la alegría. El gozo de crear, la elevación de la inspiración, todo me vuelve a traer sin cesar al absoluto y mi arte me permite regresar al relativo ya que siento constantemente el deseo de manifestarlo para fijarlo más profundamente en mí.
La inspiración emana de las partes más elevadas de mi persona. Siempre he sentido que las formas y los colores me eran propicios para la contemplación del vacío luminoso, de esa inmensidad que ha perdido a muchos. En el estado contemplativo, no existe interferencia de la mente sino solamente el observador. Mi consciencia se contempla a sí misma y, al comprender que esta belleza está constituida de mi esencia misma, entro en éxtasis.
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Extracto de Abstractions #1