Extracto de El Gran Silencio
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Yo me alejo de los desbordamientos frívolos de aquellos que se agitan a mi alrededor. Yo prefiero ampliamente crear, escribir o leer un buen libro si no tengo la certeza de estar en buena compañía. Yo no temo a la soledad. En este punto, he decidido continuar dejándome ser tirado por mi futuro sin mirar atrás.
Es la fuerza fulminante de mi genio lo que me lleva a ubicarme sin esfuerzo en el Gran Silencio. Relámpagos de inspiración rayan constantemente el panorama de mi pensamiento. Por momentos, la intensidad es tan fuerte que mi mente debe capitular en pro de la inspiración. Es fácil sentirse divino cuando uno manifiesta cada día la belleza, cuando nuestra existencia misma está orientada totalmente a la expresión más perfecta de la belleza inmanente. Yo me siento habitado. Por mucho tiempo he sentido un vacío opresor hasta que lo logro superar por medio del gozo.
No tengo más que un deseo y es el de permanecer eternamente dentro del Gran Silencio sin renunciar al mundo. Quiero tomar todo sin culpabilidad. Deseo caminar sobre este planeta como el Dios Viviente. Yo me mantengo en la verdad sin temor. Ella me embriaga sin hacerme perder esta consciencia del aquí y del ahora. Para sentir el Gran Silencio resonar en mí, me es necesario ser entero. Ningún compromiso es posible en ese nivel. Yo soy uno en todo lo que emprendo y no dejo que el temor influencie mis acciones. Mi fuerza consiste en permanecer imperturbable cuando alguien o una situación atenta contra mi integridad. Al proceder de ese modo yo limito los daños al máximo.
Para permanecer en el Gran Silencio, es necesario saber construir su lugar de poder e invertirlo totalmente de su ser. Yo soy de naturaleza hogareña, me siento bien en casa y me esfuerzo por salir lo menos posible y lo hago muy bien por cierto. Invito a mis amigos y clientes a venir a mí con una habilidad que me sorprende a menudo. Los sabios y los santos vienen a mi hogar y conservo preciosamente su vibración en mi humilde residencia. Siempre he sido así, me fijo en un lugar y dejo que el mundo de vueltas a mi alrededor. La ventaja es que de esa manera el polvo ha tenido el tiempo para volver a caer desde hace mucho y ahora el mundo que observo es limpio.
El Gran Silencio no es audible sino solamente cuando uno se sienta tranquilamente en el centro del ciclón. Basta con moverse un centímetro para ser triturado por esa violencia desconcertante. Sin una intención clara, un ser no puede resistir regresar en el ciclo infernal de la rueda de la reencarnación.
Personalmente, no tengo ningún deseo de reencarnarme. De todas formas, desde un punto de vista inmaterialista la reencarnación no tiene ningún sentido. En lugar de eso, yo voy a activar aquí y ahora todas mis vidas simultáneas con el fin de instalarme a la vertical. Yo no he favorecido las relaciones emocionales hasta el punto de ser prisionero de ellas; aquello es ahora una causa de conflicto con quienes me conocieron de niño y creen que les debo todo. Ellos no pueden comprender que yo me di a ellos y no al contrario. Yo únicamente me debo a mí mismo. Soy el creador de mi vida. La asumo en su totalidad.
Yo deseo aquí transmitir este Gran Silencio que me parece el tesoro más preciado que un ser puede ofrecer al mundo. Él se instaló en mí y yo lo he honrado. Simplemente se puso en mi camino con el fin de que al encontrarlo, yo me tropiece y ese choque saludable no deje que nunca más me duerma. Al dejar de identificarme con mi persona, es mi ser quien se levantó y después me tendió la mano al prescribirme de seguirlo.
El shock del despertar no puede comprenderse a menos de que uno lo experimente personalmente. Viene de la nada y deja detrás una devastación total. Yo he perdido todos mis puntos de referencia y únicamente mi obra permanece, indestructible, bien anclada en el centro de mi vida. Mas en lo concerniente al resto de las cosas, apenas puedo creer en ellas, pero ya no puedo apegarme a las ideas que tenía antes ni tampoco a mi experiencia de vida, ya que me encuentro en territorio desconocido actualmente. Al encontrarme he perdido todo y me es necesario reaprender a vivir en un mundo que, ante mis ojos, sólo ha cambiado radicalmente. He pasado al otro lado del escenario. Esta parte eterna en mí que he activado y que constituye mi ser es ininteligible para la mayoría de las personas que no ven sino una ínfima parte de lo que soy, ya que lo afín es conocido por lo afín.
El Gran Silencio se origina en una certitud absoluta que suprime toda duda, toda confusión que me impediría poner atención a lo esencial. No es un estado común en este planeta, lo reconozco, pero hace mucho tiempo comprendí que para conocer la verdad, basta preguntarse lo que la mayoría piensa y hacer lo contrario.
El Gran Silencio vuelve omnipresente al mundo invisible; parece ya no haber diferencia entre los muertos y los vivos. En efecto, ambos son la imagen invertida el uno del otro, una imagen fluctuante, débil y poco manifiesta. Un rebaño de adormecidos que no existe ni antes ni después. Únicamente los seres de esencia energética se distinguen de ellos por su existencia concreta. Es así que yo me esfuerzo por entablar relaciones con los últimos, ya sean humanos, ángeles u otros, puesto que son los únicos que existen verdaderamente más allá del manto de la colmena humana.
El Gran Silencio es para mí la prueba misma que el polvo volvió a caer sobre el suelo y que una claridad sorprendente reina en mí. Eso me permite distinguir los existentes, los no existentes y también los potencialmente existentes. Estos últimos son muy interesantes ya que no tienen idea de cómo pueden existir, pero su intuición es tan fuerte y un deseo irreprimible de despertarse les atormenta, a tal punto, que su presencia puede volverse bastante agradable. Ellos me preguntan sin cesar y a medida que les respondo, los veo desplegarse. Sin embargo, la mayoría de ellos abandonan a medio camino cuando la tensión alcanza su apogeo. No pueden soportar el dolor que viene de la comprensión del hecho de que todo en lo que ellos habían creído hasta ahora, está a punto de desmoronarse. De todas formas, es divertido verlos agitarse ya que no comprenden que corren detrás de su rabo y que es únicamente en el momento en el cual dejarán de agitarse, que la paz de las profundidades se establecerá. No es necesario hacer nada para despertarse, basta con ser, pero un mecanismo arcaico nos lleva a caminar, a purificarnos, a evolucionar.
Cuando yo siento el Gran Silencio instalarse en mí, comprendo que la perfección me es inherente y que me basta percibirla para no tener que evolucionar. El Dios Viviente es el estado perfecto de aquel que realiza que él es esta perfección consumada. Posado en la cima de mí mismo, no tengo esa idea descabellada que debo mejorarme. Yo me contento con permanecer voluntariamente consciente con el objeto de gozar al máximo de esta posición privilegiada que me da una perspectiva muy vasta sobre el mundo.
Un sabio sabe rodearse de seres que constantemente lo elevan. Por mucho llevarse con ignorantes, uno se vuelve ignorante.
Yo me esmero por rodearme de amigos de mi esencia que son suficientemente inteligentes para estimularme constantemente en todos los niveles. Es solamente de ese modo que puedo mantenerme en el Gran Silencio, ya que los amigos de mi esencia también favorecen dicho estado.
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Extracto de El Gran Silencio