Extracto de El Gran Silencio
Yo no deseé esta devastación. Simplemente busqué el absoluto. Lo encontré, mas cuando regresé al relativo, me di cuenta de hasta qué punto ya no era de este mundo. Ciertamente, habrá grandes devastaciones en este planeta mas aquí no me refiero a ese tipo de acontecimientos. De hecho, aquello solamente atañe al primer nivel del pensamiento mientras que esta obra se consagra al segundo nivel del pensamiento. Aquellas conmociones del primer nivel, como por ejemplo la erupción de un volcán o un desastre nuclear, más bien ponen en riesgo el hundir a la humanidad en un periodo más sombrío, un segundo medioevo. Para aquel que reside en el Gran Silencio, nada de eso tiene importancia realmente ya que él se da cuenta de que la consciencia es un espacio de aparición y que la humanidad no es más que una ínfima parte del gran todo. Es por eso que la ecología no es, desde mi punto de vista, la gran prioridad. Yo no soy ingenuo. Es posible para aquel que se siente inmortal constituirse instantáneamente otro mundo. Sentado confortablemente en el centro del ciclón, yo Veo el mundo tal cual sin causar distorsión por mis temores y mi sufrimiento. Si estoy en reacción, dentro de lo emocional, no veo claramente la verdad. Mis hormonas, mi carne trémula, mis angustias y mis emociones me vuelven sordo y ciego.
Yo sé que no hay nada por hacer así que no hago nada, sin embargo, sólo un ser totalmente pacificado puede remarcarlo. Si yo imagino que soy un bote que va a toda prisa por el mar, entonces el despertar es el momento en el cual apago los motores. Voy a continuar de igual forma deslizándome sobre el agua por un momento indeterminado. Son las leyes de la física y nada más. Ante la mirada de los neófitos yo continúo moviéndome, “haciendo algo”, mientras que efectivamente, estoy fijado en lo inmutable. Ya no me identifico con mi persona. Cuando hago algo, ya no soy movido por las necesidades humanas sino por la inspiración divina. Me dejo ser. A veces sucede que los motores vuelven en marcha por algunos segundos, como un sobresalto de una mecánica llena de energía, mas no volverán oficialmente en marcha. Ya es muy tarde. No tengo ningún deseo de volver hacia atrás. He quemado los puentes y avanzo lentamente para llevar a cabo lo que me he dado a ser. Ya no es mi entelequia natural lo que me proyecta hacia el futuro sino mi entelequia del ser.
La devastación que siento es la de un hombre que ha logrado vivir el proceso de la muerte sin destruir su cuerpo físico. Esta experiencia ha dejado en mí una sensación de eternidad. El mundo no tiene ni interior ni exterior. Esta realidad paradójica que experimento aquí y ahora, me es difícil compartirla con mis contemporáneos pues no creen en ella; son ignorantes. Mas debido a que siento la eternidad en mí, aquello me molesta cada vez menos.
Desde que comencé a escribir esta obra, me he dado cuenta de que las personas que me rodean están más y más perturbadas… y son más perturbadoras. Mi persona está confrontada a situaciones brutales o perniciosas que tienden a perjudicarla. Al afirmar sin temor que me encuentro en el Gran Silencio, la ley general me detecta y me desafía. Se podría decir que todo converge para perturbar mi paz, y lo que hace crítica la situación es que actualmente experimento un dolor moral ante la falta de ser de mis contemporáneos. He sido desamparado a mí mismo.
La ley general me tiene vigilado. Es evidente que si en lo más profundo de mi ser yo ambiciono el Gran Silencio, una multitud de gente y de situaciones van a ingeniárselas para ponerme a prueba. La fricción es tan fuerte en la Tierra y es por eso que los humanos se desgastan rápidamente.
Yo no deseo retirarme cual monje o yogui. Al contrario, deseo asumir el absoluto dentro del relativo. Es al experimentar el alboroto de la colmena humana, sin ser perturbado, que me aseguro de que mi ser es permanente. Ahora bien, desde el comienzo de la escritura de este libro, he tenido varios sueños que me indican que un tsunami está a punto de barrer mi vida. Cada vez que tengo ese sueño, logro salir del río antes que la ola arranque todo y veo eso como un buen signo.
Yo entro nuevamente en el Gran Silencio. Deseo cristalizarlo por medio de la escritura de esta obra. Me voy a pique en las profundidades de mi ser. Estoy consciente de los remolinos en la superficie del agua. Los siento tanto como a la paz de las profundidades.
Mi impasibilidad me sorprende. Desde el comienzo de la escritura de esta obra mi principal cliente me ha amenazado tres veces con dejar de contratarme y una vez con romperme la cara. Mientras más me baño de luz él, al contrario, se agita. Es como un verdugo que yo he despedido del Gran Silencio para asegurarme de no abandonarme al olvidar el mundo. Sé que todo eso está relacionado. Escribir un libro como este es una forma concreta de cambiar el mundo radicalmente. Las ideas que surgen y se manifiestan en las hojas sobre las cuales escribo se manifiestan también en la consciencia colectiva; es palpable.
Hace mucho tiempo que el silencio está en mí. De repente, un rayo brota y yo revivo toda mi vida. Todo ha sido perfecto hasta ahora. Este entendimiento me hace entrar en un estado de paz aún más profundo que al que estoy acostumbrado. Deseo dar testimonio del mismo y volverlo permanente. Tal como La Felicidad Absoluta, esta obra es un momento de transición de mi existencia. En caso de haber quedado alguna cuerda en el puente que ya quemé, aquí y ahora la corto definitivamente. No hay nada más que yo desee tanto como estar en lo inmutable y nunca salir de ahí. Al perder toda esperanza de regresar para atrás, estoy empujado hacia adelante por una fuerza irresistible. Yo vengo del futuro y no del pasado, a diferencia de mis contemporáneos.
Estoy extenuado. Me lastimo constantemente en los límites de los otros y eso me desgasta. Sin embargo, he decidido mantener mi atención centrada en el Gran Silencio para la eternidad. Aunque una parte de mí desea vigorosamente irse de este mundo absurdo para encaramarme a una montaña, lejos del ruido de la ciudad, no es la parte dominante de mi personalidad. No renunciaré a mi obra ya que, a pesar de todo, sigue siendo mi fuente más grande de alegría en esta vida.
Para poder comprender la desesperación gozosa que siento actualmente, es necesario encontrar en sí mismo ese océano de luz que existe más allá de nuestra vida humana limitada. La desesperanza es un vacío enorme y oscuro. La absurdez es tal que yo abandono toda esperanza para poder restablecerme en mi ser. Entonces, una fuerza irresistible toma las riendas de mi vehículo planetario y lo dirige armoniosamente hacia donde es esperado. La esperanza nos desvía de lo esencial, del aquí y ahora.
El suelo se derrumba bajo mis pies y caigo en un abismo profundo. Lo que siempre había creído ser verdadero, estoy obligado a admitirlo, no era más que un manto que me escondía la Verdad, la misma que es permanente y remite la cacofonía del mundo fuera del alcance de mis sentidos. Mi consciencia observa sin ser perturbada.
El Gran Silencio es el vacío luminoso que me llena de energía y que hace fútiles todas las distracciones. Yo continúo a percibir las personas o las situaciones que me golpean brutalmente, mas mi atención es tomada por la conmoción divina provocada por la belleza que emana de mí. Esta belleza está inexorablemente en un primer plano, es una música divina que forma un muro de cristal para preservarme lo más posible del desgaste del mundo físico.
Recientemente asistí al matrimonio de uno de mis primos. A través de toda esa algazara de gente que hablaba, sin decir nada en realidad, encontré una esquina para concentrarme en el Gran Silencio que me penetró en ese instante. Sin saber que decir, me puse a sonreír y, de repente, todo ese escándalo pasó a un segundo plano. Un sol se levantó en mí, salpicándome de luz tornasolada. No habría podido explicar mi estado a esas personas que no veían en mí, más que el Nicolas físico, por lo que me contenté con sonreír al mirar el paisaje del club de golf. Entonces fui proyectado dentro de un éxtasis dulce que no me impidió formar parte, superficialmente, del evento, de decir algunas frases clave para asegurarme de permanecer, a pesar de todo, en el nivel relativo. Ninguno de ellos tenía idea que un santo había entrado en el Gran Silencio. Ese estado es invisible a los profanos. En efecto, es necesario cambiar la función de nuestros ojos para Ver. Y bien, en el occidente, muy pocas personas han efectuado esa transformación por lo que yo podría ocuparme de mis asuntos normales durante años, sin que nunca nadie se de cuenta de que no soy como ellos.
Aún cuando todas esas personas se agitaban frívolamente, yo, al contrario, entraba en las profundidades de mi ser con el fin de regenerarme en lo verdadero. La institución del matrimonio instaurado por la iglesia es para mí un símbolo de impermanencia y por tanto, de un ridículo sorprendente. Cuando me siento tan solo en el medio de una multitud tan alegre en apariencia, tengo la tendencia de entrar en mí para afirmar lo más permanente que existe. No me gusta ser descentrado. Cuando estoy lejos de mi apartamento, en compañía de gente que no tiene ser, entonces mi mundo vacila, de repente la fealdad y la banalidad hacen alarde ante mis ojos. Percibo aquello como una forma de brutalidad de la ley general mientras el Gran Silencio asciende en mí para regenerarme.
Mi pensamiento es más y más profundo dentro de un mundo más y más superficial. Yo vivo ralentizado y miro pasar a mis contemporáneos que corren a su pérdida más rápido que el relámpago. El Gran Silencio es mi amigo, tamiza la luz y los sonidos ambientales con el objeto de que yo vuelva a sentir esa paz de las profundidades que muy pocas personas sienten.
Existe un inmenso precipicio entre yo y los demás. Yo camino en equilibrio sobre la cresta de una montaña gigantesca y, desde ese lugar, que considero como el alero del mundo, puedo observar la bóveda celeste. Estoy cautivado por un espectáculo grandioso que tiene lugar en mí. Yo estoy atento. Navego solo ante el infinito de mi ser sobre un océano sin fronteras.
Desde mi perspectiva, el mundo es vasto y luminoso. Por más que trato de hacer amigos, tropiezo sin cesar con sus límites. Si conozco a una nueva mujer que me gusta, no pasa mucho tiempo antes de que sea confrontado a la ley general: los hijos, el matrimonio, los celos, la falta de apertura, la estrechez de pensamiento, el temor a la carencia. Es difícil conocer mujeres libres y, además, en el nivel de la amistad con los hombres es igual. Por tanto, yo permanezco solo en el Gran Silencio con la consciencia aguda de que “Yo Soy” y que los otros “no son”. La devastación me obliga a sublimarme ya que, aún cuando vivo en pleno centro de una metrópoli bulliciosa, no hay un alma que viva en los alrededores.
La confianza hiperbólica me permite continuar sin cesar teniendo nuevos proyectos. El éxito me importa cada vez menos y es talvez por eso que crecerá. Si pretendo hacerme querer por el público es porque mi entelequia de artista lo impone, ya que como tal, no tengo ninguna necesidad de apoyo. Yo continuaré escribiendo y creando pues eso es lo que valida mi existencia en este mundo. Sin la creación no soy nada, no existo.
Yo vibro intensamente y absorbo todo. Tengo la intención de tomar todo para que al morir, lo cual por cierto no me concierne, yo me instale a la vertical en lugar de rebotar a la horizontal.
Yo no tengo karma. Si tuviera uno al entrar en este mundo, no se trataría del mío sino de aquel de quienes me han impuesto el suyo, como también el de la civilización que trata de hacerme responsable de todos los males en este planeta. El pecado original al igual que el karma no me concierne. En fin de cuentas, yo soy más bien de naturaleza angelical y me manifiesto en el tiempo para vivir el Gran Silencio en un aquí y ahora sagrados que parecería imposible de explicar.
Dentro del Gran Silencio siento de igual forma el dolor propio de la vida en el nivel físico. Nadie puede escaparse del mismo, pero simplemente, me molesta cada vez menos ya que soy tan vasto que al concentrarme en el conjunto de lo que soy, no puedo ser engañado por un solo aspecto del ser de mi persona. Eso no hace desaparecer el dolor, pero lo pone más bien en perspectiva al relativizarlo. Yo siempre trato de comprender el sentido sutil de mi dolor e intento lo más posible suprimir la causa en el nivel más sutil.
El Gran Silencio es un espacio de luz ofrecido por el ser. Es como salir de un bosque negro para finalmente caminar al descubierto en una pradera que verdece. Hasta perderse de vista, existen esos vastos espacios luminosos en donde no hay alma que viva.
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Extracto de El Gran Silencio