Extracto de El Gran Silencio
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Yo me esmero en ser integral ya que sé hasta qué punto tiendo a ser abstracto. Basta con mirar mis cómics y mis pinturas para convencerse de eso. Ser integral consiste en no abandonar algunas partes de mí mismo en favor de otras. En resumen, hago lo mejor para permanecer equilibrado. Por ejemplo, los yoguis tienen la nefasta manía de desapegarse de su cuerpo, de sus deseos y del mundo terrestre en pro de una espiritualidad que al fin de cuentas toma todo el lugar. Me hacen pensar en aquel hombre de Así habló Zaratustra de Nietzsche, que tiene una oreja tan grande que ya no le permite caminar. Puede escuchar lo inaudible, mas su don le vuelve un discapacitado. Es exactamente eso lo que yo quiero evitar.
Mis obsesiones están a la medida de mi intensidad natural. Yo cultivo con minuciosidad todas las partes de mi persona para mantenerme estable: cuerpo, corazón, mente y espíritu en el nivel personal, comunitario, planetario y cósmico.
Para gozar de lo inmutable me es necesario un cuerpo saludable puesto que el despertar pasa por la persona. Es por eso que pongo una atención sostenida en el entrenamiento físico que, al tonificar mis músculos, me da la fuerza de sostener este empuje místico e intelectual que es tan fuerte, por momentos, que amenaza en arrastrarme.
Con el objeto de poder apreciar bien el Gran Silencio, es necesario tener salud física, moral, psíquica y más. Aquellos que quieren matar a su ego con el fin de borrarse completamente, no han comprendido nada acerca del concepto de la realización. El ego no debe ser eliminado sino más bien yuxtapuesto al ser. Cual llama de una vela delante del cálido sol del mediodía, la persona queda bien presente pero, por una ilusión óptica, parece desaparecer. Es necesario un ego saludable para poder posarse en el éxtasis sin perderse.
Cuando yo entré conscientemente en el Gran Silencio por primera vez, hace algunos años, comprendí rápidamente hasta qué punto ese estado puede ser peligroso – sobretodo para los otros – dentro de la sociedad occidental materialista. Yo me encontré endeble, incapaz de satisfacer mis necesidades ya que estaba demasiado abierto, en ese estado ininteligible para mis contemporáneos. Me fue necesario crearme una práctica integral concreta para no hundirme santurronamente en el absoluto, olvidándome del relativo. A pesar de la felicidad absoluta que se apoderó de mí, tuve la suficiente agilidad mental para comprender que debía, a toda costa, encontrar un equilibrio entre todas las partes de mi ser, que me era necesario llevar decididamente el absoluto dentro del relativo.
Yo estoy en el mundo para realizarme integralmente. Soy un artista inspirado. Y bien, cuando la inspiración me golpea violentamente, soy arrastrado por una ola poderosa. El entrenamiento físico, la danza social, mi implicación en el Movimiento Jovialista y un sinnúmero de otras cuestiones me mantienen sólidamente anclado al suelo.
El Gran Silencio es el estado ideal, mas si me provocara la apariencia de un vegetal, es posible que algunos me invitaran a realizar una estancia en un hospital psiquiátrico. Es por eso que estudio filosofía y trato de cultivarme al máximo de mis capacidades para siempre estar en la medida de describir mi experiencia y de hacer referencias a quienes en la historia de la humanidad, han vivido experiencias similares a las mías. Lo que actualmente parece anormal puede muy bien volverse la norma en el futuro.
Yo tengo una impresionante sed de conocimiento y eso me da una fuerza de penetración contundente cuando deseo aprender algo. Sin embargo, he comprendido que la forma de caminar es más importante que el objetivo por alcanzar. Por tanto, me esfuerzo en hacer todo como si no hiciera nada y, hago eso, de una manera voluntariamente consciente. No aprendo con el objeto de volverme una eminencia o de obtener un título, sino porque me gusta aprender. Cuando uno hace algo solamente por el placer de hacerlo, uno entra en una esfera de libertad que nos vuelve a traer al ahora original.
Por ejemplo, actualmente estoy aprendiendo el griego antiguo. Aquello me parece por momentos una tarea imposible y absurda. He encontrado muy pocas personas con quienes compartir esta pasión. Sin embargo, siento gran placer en hacerlo y eso me satisface ampliamente.
A los occidentales que buscan el despertar a toda costa yo les sugiero fuertemente de no abandonar nada para lograrlo y, sobretodo, de dejar de pensar solamente en el objetivo por alcanzar. He conocido a muchos que tienen ese síndrome del objetivo por alcanzar; ellos son insatisfechos ya que no han comprendido que es en la apreciación honesta de los pequeños detalles que uno encuentra el despertar. Al ser el absoluto central en todas partes, uno lo puede sentir al tomar el café en la mañana, al hacer el amor o al entregarse a la pasión más delirante.
El Gran Silencio no es un objetivo por alcanzar sino un estado de ser presente en permanencia si uno se toma la molestia de prestarle atención. Sin embargo, la educación de hoy en día nos desensibiliza. Desde la infancia se nos enseña a olvidarnos y a lanzarnos sin pensarlo dos veces dentro de la sociedad consumista. De muy joven yo sentí esa mentira y me predispuse en su contra, pero desafortunadamente, para mis contemporáneos algo menos intuitivos, lo más difícil de aceptar es el darse cuenta un día, de que todo lo que han creído y adoptado desde su infancia no es más que un plan finamente elaborado minuciosamente por la ley general con el fin de llevarlos a olvidarse perpetuamente. La mayoría de ellos nunca se dará cuenta de eso en su vida. La libertad es una riqueza que muy pocos poseen en este mundo.
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Extracto de El Gran Silencio