La soledad forma parte de mi vida terrenal. Yo no me ofendo aún cuando en ocasiones eso es doloroso. De todas formas, es esa soledad la que me ha llevado a desarrollar mis talentos artísticos. Yo he encontrado en muchos genios esta angustia del abandono que, al mismo tiempo, es el contexto ideal para crear una gran obra y, en mi caso, instalarme en el Gran Silencio.
La película Matrix me impresionó mucho y he encontrado en ella varias metáforas de mi propia vida. Me siento como Neo quien presintió en lo más profundo de su ser que la realidad no era lo que parecía ser a primera vista. Tal como él, yo me hundí en el agujero del conejo. Igual que Moisés, soy un viajero del desierto. La soledad me es familiar.
El despertar transforma la percepción de la realidad. Todas esas personas que me rodeaban y que yo frecuentaba, me aparecieron súbitamente como fantasmas sin sustancia. Y, posteriormente, yo comencé a percibir mejor lo invisible. Aprendí a reconocer a los seres de esencia energética cuando se presentaban ante mí.
La soledad es la suerte del despierto ya que ha comprendido que prácticamente nadie existe a su alrededor. Una infinidad de programas hiperactivos se entrechocan a mi alrededor pero, de hecho, al verlos bien no son más que corrientes de aire.
Nunca me he sentido tan transparente como ahora. Yo pongo atención a mi apariencia, a entrenar mi cuerpo para que sea bello, mas nada sucede; se podría decir que soy invisible. Sin embargo, tengo consciencia de provocar perturbaciones alrededor de mí. En este momento, en el cual escribo con una intensidad poco común, el fenómeno se intensifica. Por ejemplo, entré a la oficina de correos y delante de mí, un hombre tuvo una crisis de epilepsia. Yo voy muy poco a mi ciudad natal mas, la última vez que fui, mi hermana tuvo un accidente automovilístico.
En efecto, todo eso es muy simple. El despierto despliega a su alrededor una masa de energía muy poderosa. Existe electricidad en el aire y eso es perceptible para todos aquellos que son sensibles, como aquel epiléptico de la oficina de correos, a quien involuntariamente golpeé con mi ser. Y es así, a mi pesar, que pierdo amigos a medida que los encuentro. Aquel que existe es peligroso para los otros ya que los perturba sin que puedan comprender el por qué. Entonces, instintivamente, se alejan y se reagrupan con otras personas energéticamente más bajas.
El despertar es inaccesible para la mayoría de los humanos ya que no pueden soportar la nada, que conlleva el mismo, y prefieren continuar haciendo maquinalmente lo que sea en lugar de sentarse y escuchar a la nada vibrar en ellos. Aquel que entra en el Gran Silencio vive la soledad del bienaventurado que le permite desplegarse sobre el infinito.
Dudo que alguien incapaz de permanecer solo por el tiempo suficiente como para que la mente le harte, pueda entrar en el estado del Gran Silencio. La soledad es necesaria al recogimiento. Sin embargo, hay que diferenciar el aislamiento de la soledad. Posteriormente a mis experiencias místicas he conocido un periodo de aislamiento que resultó del hecho de haber renunciado, desde hace mucho tiempo, a participar activamente en la sociedad vía el mercado laboral. Tuve que pagar caro el no tener dinero, pero recibí visiones que me volvieron a traer hacia el relativo y me han ayudado a recobrarme para salir del aislamiento peligroso que se volvió mí día a día. Fue un corto momento de mi vida en el que sentí que las llamas del infierno me rozaban. Comprendí que debía cambiar y hacer más sociable mi naturaleza humana para que me sirva, en lugar de rechazarla.
La soledad es el destino de muchos seres de excepción, y ahí encuentran, como yo, una inspiración propicia para la creación. En ese sentido no me hace desgraciado, pero en ocasiones, algunos sábados por la noche, siento un desamparo por el hecho de no ser invitado por mis amigos, aunque llego a servirme de eso para sobrepasarme.
El Gran Silencio lleva la marca del infinito, es englobante, e incluso si mi cuerpo puede continuar desplazándose por el mundo, hacer su trabajo, hablar, comer, etc., mi mente está ocupada en otro nivel. Es por eso que no hay que tomar la expresión « Gran Silencio » de forma literal. En este instante, mis orejas de carne están bien abiertas y escuchan todo, pero al mismo tiempo, todos esos ruidos no son más que un ronroneo en comparación a ese vacío translúcido donde mi mente está posada. Imagínese a un hombre en el suelo en plena mitad de la metrópoli. El ruido es cacofónico, perturbador y agotador. Imagínese a otro hombre posado en la cima de un rascacielos de treinta pisos; a esa altura los ruidos de abajo son casi inaudibles y no hay más que el viento que toma todo el lugar. Ese hombre no es necesariamente diferente a los otros, es simplemente su posición elevada la que le da una perspectiva diferente.
Para mantenerme en el Gran Silencio, es necesario saber rodearme de gente que me eleva constantemente por medio de su vibración natural. Difícilmente tolero a aquellos que me disminuyen.
Actualmente, me parece evidente que la desesperación más total es necesaria para dar la impulsión a un individuo para consagrarse enteramente a su liberación. Es como si el límite más duro y opaco da el golpe de gracia a aquel que, por la fuerza de las cosas, está ahora dispuesto a todo para despertarse.
Es así que me ha sido necesario, por todos los medios posibles, encontrar mi centro. Al encontrarlo he alejado prácticamente a todos aquellos que me rodeaban y me llegué a encontrar solo. Es dentro de tal soledad profunda, en el instante mismo en el cual me encontraba en la cima de mí mismo, que entré conscientemente en el Gran Silencio por vez primera. Dicho estado es confortable, salvo que me volví invisible. Tenía la impresión de estar muerto, de errar como los seres invisibles que nos rodean y que, desde su perspectiva, pueden vernos mientras que nosotros no podemos verlos. En ese preciso instante me sentí como ellos. Yo iba todos los días a escribir a mi café favorito sin que nadie me notase. Tal como Ulises tan bien lo decía: « Ser inmortal es olvidar a los hombres y hacerse olvidar de ellos ».
Dentro de ese silencio, que asustaría a la mayoría, me sentí completo. Tenía confianza en mí mismo. Sabía que aquello era el resultado de mis experiencias psicodélicas y que me bastaba con interrumpirlas para que, poco a poco, yo regrese al relativo. Escuchaba telepáticamente a todos quienes pensaban en mí. Aún tenía amigos, pero debido a un cúmulo de circunstancias no estaban ahí físicamente conmigo por lo que me contenté con su presencia psíquica, que al fin y al cabo es más real que la física. ¿ De qué sirve estar rodeado de una multitud de gente si, de todas formas, están en otra parte en sus pensamientos ?
Yo me ubico bajo la ley de excepción ; vivo el imposible. Tengo mucha dificultad en socializarme nuevamente. Me es necesario realizar un trabajo paciente y metódico para activar finalmente mi cuerpo-dentro-la-sociedad.
Extracto de El Gran Silencio