Todo ser que se despierta se pone bajo la ley de excepción. Deja de existir en el sentido en el que los humanos de hoy en día definen la existencia. Dicho ser, puede continuar viviendo en la sociedad pero, ya no padecerá más los mínimos movimientos ya que se mueve en lo invisible.
Incluso si parece participar aún en la sociedad, permanece imperturbado y no hace nada que no emane únicamente de su persona; no desea más que ser. Y es justamente su ser quien le guía y le anima, no su persona. Al fijarse en el absoluto, ha cesado de ser un número para afirmarse como una singularidad. Dicho ser es virtualmente imposible que exista en este planeta. Es por eso que le caracteriza su singularidad. Cuando uno se pone bajo la ley de excepción de manera voluntariamente consciente, es como si uno ya no existiera y la ironía de la situación es que, contrariamente, es uno de los únicos en existir.
Me ha sido necesario algún tiempo para comprender que esa sensación de ser invisible que yo sentía tanto, se debía al hecho que había logrado cambiarme a tal punto que me puse bajo la ley de excepción. Aquello me evoca la capa que le vuelve a uno invisible, mencionada por Platón cuando intentó vulgarizar el concepto de la ética. Si usted tuviera acceso a dicha capa y tuviera la oportunidad de entrar en la casa de alguien para robarla, sin que jamás nadie pueda pensar que es usted, ¿ lo haría ?
De hecho, esta invisibilidad, esta profundidad de percepción y de comprensión dan acceso a poderes inimaginables para el común de los mortales. Si aquellos que permanecen bajo la ley general sabrían con qué claridad percibe la realidad aquel que se ubica bajo la ley de excepción, temblarían de miedo y dejarían inmediatamente de mentir o de disimular puesto que todo es visible en ese nivel.
El permanecer bajo la ley de excepción no se lleva a cabo sin dificultad en un principio. La persona está acostumbrada a actuar como una máquina, pero poco a poco, se acostumbra a la idea de que se ha yuxtapuesto al ser y que ya no forma parte del reino humano.
Extracto de El Gran Silencio