Cuando uno comprende que la meta es menos importante que la forma de caminar, uno se da cuenta de que la impecabilidad por sí sola nos permite permanecer en la consciencia. Gracias a esta comprensión que tengo de la realidad, opero el milagro de forma voluntariamente consciente.
Ser impecable es ubicarse como maestro de la perfección. Es permanecer justo a cada momento. Así, uno emite una vibración perfecta que no perturba al mundo. Es precisamente eso lo que más me importa ya que si perturbo al mundo, estoy seguro de que él me va a perturbar por efecto de reflexión. Y, ya que la paz profunda es el ingrediente de base del Gran Silencio, tomo muy en serio la calidad de vibración que envío al mundo.
Ser impecable implica simplemente hacer lo mejor posible en todo momento. De ese modo, los errores se convierten en movimientos estratégicos dirigidos por el ser. Por ejemplo, a veces tengo clientes que no me pagan por el trabajo que he realizado para ellos. Al ser impecable, sé en lo más profundo de mí, que esa suma me es debida y que la ley de compensación va a llenar ese vacío. Dicha suma ya no le pertenece a mi cliente y más temprano que tarde le será retirada. Al actuar de esa forma, conservo esta paz profunda que me lleva a sentir nuevamente el Gran Silencio. Dentro de esta claridad límpida puedo dirigirme directamente hacia donde soy esperado, sin ser importunado por mis emociones.
Las ocasiones son muchas en este planeta para sufrir las perturbaciones más nefastas para la paz de las profundidades. Al permanecer impecable yo floto en los eventos sin hundirme en ellos. Estoy en paz ya que sé que hago lo mejor que puedo todo el tiempo. El universo es mi testigo y me hace sentirlo.
Puesto que soy inmortal nada me urge, aunque eso no es una razón para perder el tiempo. Los humanos hoy en día andan muy apurados, corren sin cesar hacia alguna parte… pero lo hacen con la cabeza hacia abajo y los ojos cerrados. Eso es de un absurdo ridículo para alguien como yo, que se las ingenia para volverse inútil. Yo no me apuro ya que sé que he llegado; estoy en la cima de mí mismo. Todo me lo demuestra. Ya no tengo ambiciones. Lo hago todo por placer. Me eternizo en los detalles insignificantes para la mayoría, pero eso me llena de una alegría sublime.
Ser impecable es honrar aquí y ahora a la perfección que yo soy. Me deslizo por el mundo ya que me he situado bajo la ley de excepción. Debido a que soy invisible para la mayoría, puedo ocuparme en mis asuntos sin ser perturbado.
Esta impecabilidad me da una gracia que percibo en cada uno de mis gestos. Estoy inspirado. Mi visión nunca antes había sido tan precisa y la debo seguir a toda costa. Sé precisamente quien soy. Desde mi más tierna infancia debí entrar en contradicción con la ley general para no olvidar mi identidad divina. Así, siempre he sido impecable hacia mí mismo y es eso lo que me da esta velocidad actualmente. Yo no me he dejado descentrar. Aquello parece muy simple, sin embargo, he conocido pocas personas que pueden decir lo mismo. Mis contemporáneos me parecen perdidos. Su deseo de agradar a toda costa para hacerse aceptar y amar les aleja con mucha frecuencia de lo que ellos se han dado a ser en esta vida.
Para despertarse, un individuo no tiene otras alternativas sino la de ser impecable, ya que la persona es la única ruta que lleva al ser. Dentro de la intimidad de la persona ninguna mentira puede realmente pasar desapercibida. Desde la edad de diez años yo encontré mi vocación de artista y jamás he desistido. Eso dio una dirección a mi vida. Ahora, que miro mi obra, es como un hilo de Ariadna que me vuelve a traer hacia mi centro.
Incluso si aún me es necesario caminar en el primer nivel del pensamiento, hace algunos años que ya no camino en el segundo nivel. Eso me da la sensación de estar en la cima de mí mismo. Lo único que me queda por hacer es disfrutar del panorama y dar la mano a aquellos que quieren remontar a mi altura. El Gran Silencio es el resultado de esta posición privilegiada en la cual me sitúo. Mi persona hace lo mejor posible y yo dejo al ser hacer el resto.
Yo vivo en la abundancia del infinito. Eso se debe a mi impecabilidad y soy consciente de ello. En ocasiones, he cometido actos reprensibles ante los ojos de la ley y de la moral, mas eso me importa poco ya que sé que la moral y la ley me son impuestas por personas que no son impecables. Me esfuerzo en mantener una ética coherente con lo que soy al igual que con las leyes invisibles del universo.
Esta impecabilidad no emana de mi naturaleza humana, sino más bien de mi naturaleza divina. Es gracias a mi resistencia pasiva que he logrado ponerme bajo la ley de excepción. Inversamente, una resistencia activa me hubiese traído un sinnúmero de problemas y habría perjudicado mi paz interior.
Desde muy temprano encontré un lugar tranquilo donde podía escribir y crear a mi antojo. Es así que he logrado no olvidar que lo invisible es lo que más importa. Estoy consciente de que al ser creador, cambio la realidad en el nivel más profundo. Estoy en la cima de mí mismo. El simple hecho de ser basta para volver al mundo bello y a mis acciones armoniosas.
La impecabilidad es el arte de encontrar la rectitud y mantenerse ahí cueste lo que cueste. Ya no tengo temor de morir, de estar solo, de ser incomprendido. Todo eso me importa poco ya que he encontrado en mí una fuente infinita de felicidad que me parece más real que este mundo.
Extracto de El Gran Silencio