Asistencia social o aislamiento social
Del mismo modo que el hecho de negarme a hablar, el negarme a trabajar me iba a poner en una posición privilegiada para encontrarme a mí mismo.
Del mismo modo que el hecho de negarme a hablar, el negarme a trabajar me iba a poner en una posición privilegiada para encontrarme a mí mismo.
La Felicidad Absoluta no es de este mundo, sin embargo, impregna a cada electrón. Es intangible, inmaterial y, sin embargo, yo puedo tocarla al ser tan densa.
Es mi simplicidad la que me mantiene cerca de mi ser y es mi complejidad la que me propulsa hacia mi esencia.
Yo estoy solo ante mi Ser pero, de todas formas, le saco partido a la situación. Donde sea que mi vista se pose soy yo mismo a quien veo, todos a quienes hablo me devuelven mi imagen.
La felicidad no tiene fondo, es inagotable. Anhelo el día en el que aprendamos a canalizar esta energía para hacer funcionar nuestras máquinas.
Un peligro posible con los psicodélicos es el forzar el proceso sin haber asegurado nuestra retaguardia, ya que es benéfico el asumir la verdad cuando se la recibe en plena cara. Cada experiencia activa en nosotros un proceso específico relativamente fácil a poner en marcha. Sin embargo, la dificultad reside en nuestra capacidad de integrar la experiencia en nuestra vida cotidiana.
El sentir en qué momento es mejor tomar una pausa con el fin de no lastimarse o tropezar, es un arte que todo psiconauta digno de tal nombre debe dominar.
Los psicodélicos son acertadamente considerados como Manjar de los Dioses. Por ejemplo, el uso de los hongos alucinógenos data desde hace más de 3.500 años, ya que formaban parte de los rituales religiosos de los aztecas en México. Eran llamados La carne de Dios, puesto que su consumo suponía dar poderes religiosos supremos y visiones del futuro.
Mis obsesiones están a la medida de mi intensidad natural. Yo cultivo con minuciosidad todas las partes de mi persona para mantenerme estable: cuerpo, corazón, mente y espíritu en el nivel personal, comunitario, planetario y cósmico.
Yo nunca me he sentido atraído por las drogas duras. La felicidad y la violencia creadora que me habitan me han mantenido lejos de su influencia mortífera. En efecto, las drogas duras son analgésicos, una familia muy diferente a la de los psicodélicos.