Extracto de La Felicidad Absoluta
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Me gusta la ciudad; aquí me siento bien y confortable. Estoy en el centro del ciclón y siento una paz profunda a pesar del movimiento incesante a mí alrededor. Debido al gran movimiento citadino, me basta con salir de mi santuario y eh ahí, estoy en medio de la acción. Hay tanta gente que, incluso en pleno centro de la ciudad, puedo estar solo, puedo pasar incógnito, meditando sobre cosas profundas sin ser perturbado. Me gusta pararme en un café y discutir con amigos o escribir, asistir a espectáculos cualquier día de la semana. Sí, en realidad, la ciudad me pone loco de alegría.
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A mí me gustaría también tener una casa de campo algún día. Los extremos me convienen a la perfección y expresan bien las dos facetas paradójicas de mi personalidad. Sin embargo, soy indiferente a los suburbios. He vivido hasta los 23 años en un suburbio y nunca jamás viviré en otro. Allí, me siento solo y perdido, todo es tan superficial como un compromiso tan comprometido que ya no tiene sabor. La ciudad me ofrece el multiculturalismo, toda una mezcla de sabores, facilita la acción, la amplifica. Y el campo ofrece un contacto real con la naturaleza, la verdad, la belleza. Presentemente, yo elijo la ciudad ya que me permite concentrarme en mi arte sin tener que pensar en comprarme un auto, una casa y todo el resto de artículos de los suburbios. Así estoy muy bien. Sin embargo, lo más importante es que yo sé donde me siento bien y hago todo para continuar así.
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Actualmente, en Montreal, estoy en el lugar adecuado en el momento adecuado; aquí me encuentro seguro. Algunos tienen la impresión de no haber nacido en la época correcta. Insatisfechos, no logran vivir en el instante presente y dejarse llevar por su Ser. Incluso si hubieran nacido en otra época no habrían tenido la impresión de estar en el lugar correcto. Mi Ser sabe, en todo momento, dónde debo estar a fin de ser armonioso con el plan global y por eso yo lo escucho. Pronto me dirá que yo viaje, que vaya a enseñar mi filosofía y a compartir mis visiones con el mundo y no habrá ninguna resistencia de mi parte. Yo sé ahora que donde sea que me lleve mi Ser, seré feliz y estaré rodeado de los amigos de mi esencia.
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Nadie debería viajar sin primero haber alcanzado el despertar del Ser. Yo me he cruzado con gente que, por ser desdichados e insatisfechos de su vida, viajan mucho, pero cada vez que paran, y sin importar donde se encuentren, sus problemas vuelven a galope tendido. Al viajar en estado de despertar uno aumenta la vibración de cada lugar que se visita, se aumenta la luz, la belleza, que sabrán nutrir a esas regiones del mundo. Un viajero que huye de sus problemas crea aún más inconvenientes a su alrededor, que incluso él mismo puede darse cuenta de ello; él parte en una misión humanitaria pero su proyecto es tan superficial que desde que partió, la situación es peor que antes de su llegada. Después de realizar mis estudios yo vine a Montreal y me planté sólidamente y me juré a mí mismo no salir de allí antes de saber quien soy. Ahora, que esta etapa ha sido superada, yo espero la señal para partir y sé que de ese modo repartiré la felicidad a mi alrededor. De eso estoy seguro.
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Tal como los yoguis ermitaños que van a meditar durante varios años en el Himalaya para alcanzar la iluminación, yo permanezco la mayoría del tiempo en mi santuario en profunda meditación conmigo mismo. He ahí el gran desafío de resistir las ganas locas de huir de mí mismo. Yo permanezco yuxtapuesto a mí Ser, incluso si a veces tengo la impresión de volverme loco, de tanto hábito que mata mi genio. Yo no tengo karma, vivo en un estado de claridad que a penas puedo explicar a mis seres cercanos. Dicen que nadie es profeta en su propia tierra. El vivir sin karma, es vivir ligero en el momento presente. No me hace falta nada y siempre soy acogido por los amigos de mi esencia. Los viajes deberían ser solamente permitidos a los sabios, a los santos, y a todos aquellos quienes han estabilizado el estado de Felicidad Absoluta en sus vidas. De ese modo se evitaría mucha contaminación y conflictos… en todos los niveles de la realidad.
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Siempre me asombra el constatar que yo soy uno de los pocos en ver que todo es perfecto. Y, si audazmente llego hasta decir que yo soy perfecto, aquello desencadena tal violencia, que a veces es necesario retirarme. Sin embargo, es evidente, yo veo la realidad tal cual, como una ecuación perfectamente equilibrada. El caos es tan complejo que utilizo mi supramental para ver la perfección inherente. Soy el observador impasible de una realidad que contiene tanta fealdad como belleza, pero yo estoy más allá del bien y del mal. Incluso el desastre más violento trae siempre cosas buenas. Yo puedo elevarme más arriba del humano en mí mismo y ver la realidad con mi espíritu, sentirla en todo su esplendor. Es en ese estado imperturbable y puro que yo veo la realidad tal cual… perfecta.
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Yo no escucho a las víctimas ya que ellas no se pertenecen a sí mismas, no logran ver con claridad ya que tanto sufrimiento ha creado una pantalla opaca ante su percepción. No digo que una víctima merece su sufrimiento, pero estoy seguro que lo ha elegido, y lo menos que puedo hacer yo es respetar su elección, incluso si la encuentro absurda. Es así que logro estar en paz en medio de los gritos de dolor que resuenan en todos los medios de comunicación. Yo me mantengo firme, ofrezco mi compasión y continúo mi camino. La era de los guerreros ha llegado, los amigos de mi esencia son aquellos que son responsables de sus vidas, que saben que la realidad es inmanente y ellos son sus creadores.
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Nuestra comunidad debe comprender el proceso de la muerte lo más pronto posible pues la situación es crítica. La muerte es aún el tabú más grande y aquello nos impide ver claramente, volver a la realidad inteligible. Es necesario aprender a guiar a los difuntos para que en su regreso entre nosotros, en otra vida, no cometan los mismos errores. Hay que aprender a morir de una vez por todas y ya no dejar que la ignorancia obscurezca este saber. Un niño que debe venir al mundo por medio de una cesárea es, en mi opinión, un signo evidente que ese ser no ha muerto de forma armoniosa, que salió de su vida previa dejando marcas dolorosas en aquellos que lo amaban. La entrada en la realidad física es similar a la salida, a menos que tal ser se despierte, y prepare cuidadosamente su muerte. También se debe pensar en todos los detalles para poder partir libre, feliz, sin sufrimiento. Yo sé que me quedan 72 años de vida así que tengo el tiempo suficiente para prepararme. Tengo la intención de morir en la más grande felicidad y de esa forma, si escojo regresar, será para aumentar la vibración de todos los seres humanos; la senda del Bodhisattva.
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El comprender la muerte es el verdadero desafío del siglo XXI, pero primero es necesario aprender a desmaterializar la realidad. Yo moriré como he vivido. Estaré en estado de despertar cuando muera, permaneceré lúcido y estaré rodeado de amigos. El hospital no es un lugar propicio para morir; yo prefiero morir en mi hogar. Quiero estar en un lugar familiar durante los cuarenta días en los cuales estaré errando en el bardo, el lugar entre los mundos. Es únicamente en el siglo veinte que perdimos esta ciencia de la muerte que nos guiaba desde siempre. No es una coincidencia que el planeta esté a punto de explotar y que la tensión aumente de generación en generación. Yo no focalizo mi visión en los efectos sino en las causas. Yo tomo en consideración los grandes ciclos. Las empresas que piensan únicamente en la ganancia y los políticos que solamente proceden a corto plazo son una plaga. La próxima generación debe venir al mundo sin karma, riendo. Eso implica morir convenientemente y estar consciente que nuestra persona no es sino una ínfima parte del gran todo. Para lograrlo, yo uso mi imaginación, soy creador, soy Dios, aquí y ahora.
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Morir es un arte y yo soy su amo; soy inmortal. Yo cambio de estado de ser a voluntad, elijo mi espacio-tiempo. No existe una gran diferencia entre la vida y la muerte. Nuestros más grandes avatares saben la hora de su muerte y están listos para morir. Entran en una meditación profunda y salen de su cuerpo físico conscientemente y se estabilizan en su cuerpo de luz. Mi tercer ojo está abierto y sé que los grandes maestros espirituales están aquí, ahora. Están accesibles para mí en todo momento y los veo, hablo con ellos y recibo su enseñanza.
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Extracto de La Felicidad Absoluta