Extracto de La Felicidad Absoluta
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Poco importa mi humor, e incluso si tengo una pequeña baja de energía, cuando llego a mi café habitual en la calle Mont-Royal, la idea que estaré escribiendo me transporta de alegría. Escribir me hace bien, me reestructura, me solidifica y me permite regresar a mi hogar a trabajar hasta horas de la madrugada. Tengo tanta libertad y soledad que a veces pierdo mis puntos de referencia del mundo físico. Mi arte es tan abstracto que en ocasiones ya no soy humano, solamente soy. Me basta con escribir una hora o dos para volverme nuevamente más racional. La escritura es milagrosa, catártica, externaliza mis procesos internos y me permite verme como en un espejo, clarificarme, limpiarme. Si no he sentido el deseo de escribir desde hace ocho años, es porque nunca estaba solo, y comprendo que me hacía falta esta dislocación de mi estado mental, al borde de la locura, para traerme de nuevo a la escritura.
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Desde el despertar de mi Ser estoy menos predispuesto a la lectura. Al haberme encontrado a mí mismo, la mejor información viene ahora del interior. Desde hace dos años yo me consagro casi enteramente a la obra del filósofo André Moreau; su genio llena y completa el mío a la perfección. Él posee las palabras para describir mis intuiciones abstractas, las cuales me instruyen actualmente, sobre todo lo que debo saber y conocer. En esta era de la información en la cual vivo, me basta con ser atento para conocer lo que es en verdad importante. Ya no tengo un televisor ni leo los periódicos pues no me gusta la vibración que liberan. Yo siempre me entero de las noticias importantes. Conservo únicamente lo esencial y no me dejo ahogar por el caos de la información, sino más bien lo surfeo. Al controlar la información yo me programo a mí mismo. Yo vivo en el nivel arquetípico, me sé Dios, soy soberano de mi Ser. Eh ahí lo que resume lo esencial de lo que sé; el resto es superfluo.
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Algunas mañanas me levanto con un humor sombrío, el mundo es demasiado vasto, eso me provoca vértigo. Me vuelvo a acostar sabiendo que me queda trabajo por hacer en el nivel sutil; en varias ocasiones he corroborado esta intuición con hechos, pero la mayoría del tiempo eso se me escapa de la mente. No tengo necesidad de saberlo todo pues confío en mi Ser. Durante una experiencia psicodélica con mi novia, pude confirmar que simultáneamente dos de mis amantes, sin haber dormido toda la noche, se habían acostado a una hora incongruente que coincidía con nuestra ceremonia a pesar de los desajustes horarios. Durante esta experiencia, yo sentí sus presencias sutiles, y solamente después pude confirmar la concordancia con el momento en el cual ambas dormían. El estado psicodélico es primo del estado del sueño. Cuando me acuesto a una hora incongruente después de una buena fatiga, me pongo en un estado más propicio para el trabajo con mi cuerpo sutil. El ver de ese modo la estructura subyacente de la realidad me inspira y me llena de felicidad. El sentir el mundo invisible sin buscar comprender todo es la única forma de seguir la senda, de dejarme llevar por mi Ser que lo sabe todo.
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Yo me conozco muy bien, sé mi valor y mi talento. Siempre me place escucharlo de la boca de otros pero no necesito de eso para estar consciente de ello. Esta conciencia de mí mismo es fundamental si quiero ser honesto conmigo mismo y estar plenamente satisfecho con mi vida. Muchos no me ven tal cual soy, no perciben la grandeza de mi Ser; no les culpo ya que uno solamente ve el mundo con sus propios ojos. La mayor parte de mi persona es invisible para ellos. Si espero a que ellos reconozcan mi genio, me arriesgo a esperar toda mi vida. Durante algunos años pensé que yo rechazaba a muchas personas porque clamaba perpetuamente mi genialidad, entonces dejé de decirlo para finalmente constatar que eso no cambiaba nada. Mientras más frecuentemente lo digo, más rápido mi entorno lo va a integrar. Es propio del genio el saberse genial. El conocimiento de sí mismo se da justamente por la capacidad de reconocer sus cualidades tanto como sus defectos y el asumirlos. Al inclinarme para ponerme a la altura del vulgo me rebajo y eso me hace mucho más daño que si, debido a mi temeridad, yo rechazo a algunas personas que no son los amigos de mi esencia. Yo no dejo que nadie me defina y si lo hacen sin que yo les haya solicitado, es siempre de ellos mismos que hablan. Definirme, crearme a mí mismo, implica plantar una bandera en mi esencia y clamar soberanía… cueste lo que cueste.
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Yo tengo el efecto de una bomba atómica en aquellos que no tienen una imagen muy precisa de sí mismos. En lugar de reforzar su posición atacan la mía, reprochándome mi arrogancia y mis certezas. Es mediante un trabajo meticuloso y disciplinado que yo he podido llegar a la fuente de mi esencia. El despertar del Ser es un punto sin regreso; las personas que me rodean a penas me reconocen; yo soy el mismo de antes, pero algo muy sutil cambió en mí. Yo hablo en el nivel Absoluto mientras que ellos aún se encuentran en el relativo. Yo sé todo, pero aquello no implica escudriñar cada coma, perderme en los detalles. Al contrario, saberlo todo es poseer una vista de conjunto de la realidad, una visión de 360 grados en todas las direcciones, y cuando requiero de una información en particular, ella se manifiesta sin esfuerzo. Yo no necesito saber cada detalle de la vida de alguien para saber quién es tal persona, yo puedo sentirlo. Es evidente en la actualidad, en esta era de las comunicaciones, que sumergirme en la información no es favorable para mi comprensión, sino más bien surfearla sin nunca hundirme. El conocimiento de sí mismo es similar; no son los millones de detalles físicos o mi historia personal que me definen, sino la capacidad de reaccionar ante los eventos, de ir con la corriente como lo prescribe el Zen, mantenerme en el instante presente.
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Si para tener amigos debo poner demasiada agua en el vino, a tal punto que pierda su sabor, prefiero mil veces la soledad. De todas formas, los falsos amigos toman el lugar de algún otro sin darme satisfacciones. Conozco a varias personas que se rodean de gente o se lanzan al trabajo para distraerse de su propia inanidad. Yo no temo detenerme y levantar mi cabeza para mirarme en el espejo. En mi vida, la soledad es siempre una pequeña meseta antes de volver a encontrar a los amigos de mi esencia, que siempre se manifiestan en el momento más inesperado, como un regalo de la vida. Y si sé acogerlos tan bien es porque yo no me relaciono con parásitos que no hacen más que tomar mi energía sin devolverla. Es fundamental para mí saber detectar esas personas ya que son la manifestación física de los Ráksasas, las fuerzas del mal, que vienen también hacia mí por los niveles más sutiles de mi ser, como en los sueños. El pertenecerme a mí mismo comienza primero con la capacidad de aliarme con las personas adecuadas, y en todos los niveles, así como también el separarme de ellas cuando es necesario. Es la senda del guerrero; yo mantengo el control sabiendo que no puedo estar en control. De ese modo, para mantenerme bien rodeado yo no dudo en hacer la limpieza, incluso si eso implica que estaré solo por algún tiempo mientras la realidad se ajusta a mis deseos.
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Siempre quedo sorprendido cuando conozco a una nueva mujer que me dice que solamente quiere ser mi amiga y confidente, sin tomar en cuenta mi deseo de hacer el amor con ella. Yo no puedo encomendarme y tener confianza en una mujer si, a pesar de mi deseo de hacerle el amor, ella mantiene nuestra relación de forma platónica. Cuando yo la penetro físicamente, la penetro también con mis ideas. Hacer el amor es la comunión de dos seres. Así, para encomendarme a una de ellas yo debo sentir que ella me comprende, o al menos que es abierta a mis ideas. Yo le hago el amor a una mujer, pero también le hago la filosofía; el diálogo es para mí de una importancia capital. Yo no me siento atraído por las mujeres ignorantes, incluso si son muy bellas. Actualmente yo salgo con varias mujeres que quieren que yo tenga ese rol del amigo asexuado, un poco como un animal de compañía. Ellas pueden sentir que yo les entiendo y mi cultura es tan basta que es fácil tener una conversación conmigo, pero ellas no saben dar y finalmente, no saben tomar ni apreciar lo que les doy sin escatimar. El amor platónico es posible entre un hombre y una mujer mientras ninguno de ellos se desee el uno al otro, ya que aquello lleva rápidamente a una relación dominante/dominado, lo cual lleva al quid pro quo, al dolor y a la insatisfacción. Mis deseos me llevan hacia la Felicidad Absoluta; si el objeto de mi deseo es ciego, me es necesario pensar que debo continuar mi camino, que mi relación con tal mujer nunca será equilibrada si ella no toma en consideración mis deseos. El deseo sexual me indica que yo pretendo abolir la frontera entre nuestros dos seres en un momento de absoluto orgásmico. Tal comunión es propicia para la confianza y para la amistad. Yo deseo hacer el amor con mis amigas.
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Yo soy honesto conmigo mismo y me favorezco a mí mismo en primer lugar. Yo se solicitar y tomar, de ese modo sé recibir cuando se me da con sabiduría. En efecto, el dar demasiada o insuficiente agua a una planta lleva al mismo resultado; ella morirá. Yo doy la impresión de ser egoísta para quienes aún no han experimentado la trascendencia, para alguien racional, los niveles prepersonales y transpersonales no presentan ninguna diferencia. Bajo la perspectiva de un psiquiatra tradicional, un santo presenta los síntomas de la esquizofrenia. La cultura occidental demoniza al ego a tal punto que alguien que está enamorado de sí mismo pasa por un egoísta; para trascender el ego primero es necesario tener uno totalmente sano. Yo vivo en la transparencia ya que es la cualidad inherente del alma y del espíritu. Y si esta transparencia aleja a ciertas personas es siempre para dar lugar a aquellos que pueden apreciar esta cualidad. Al favorecerme a mí mismo, yo demuestro una comprensión de los niveles más sutiles de mi Ser, donde estoy conectado a todo. Yo soy todo, al pensar primero en mi Ser, yo no olvido a nadie y ofrezco la verdadera compasión. La abundancia es ante nada un estado de ser y es el único modo de estar realmente a la escucha de todos. De esa forma puedo darles lo que su Ser profundo desea. Dentro de una sociedad de adormecidos como la nuestra, tal cualidad es con frecuencia malinterpretada. Yo no daría dinero a un mendigo que, de todas formas, no sabrá qué hacer con él, pero yo asignaría fácilmente una hora de mi tiempo para responder a las preguntas existenciales de un amigo. La felicidad que experimentan después de las revelaciones desencadenadas por mis respuestas es el don que ofrezco a la comunidad; su invisibilidad es lo que lo hace poderoso.
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Después de terminar la universidad yo decidí mudarme lo suficientemente lejos de mi familia y de mis amigos para poder cortar los lazos con ellos, si ellos continuaban a ser sordos ante mi deseo de ser un artista, y como lo había ciertamente presentido, es lo que debí hacer por un corto periodo. Yo supe que si no me liberaba en ese instante decisivo, nunca lo iba a hacer y de esa forma no me habrían tomado en serio. Yo ya había detectado que mi singularidad fuera de lo común no era inteligible para ellos. ¿Cómo un científico, un hombre de negocios o un banquero creen poder aconsejarme en relación a mi arte, sobretodo si no les pido nada? A cada quien su especialidad. Al negarme a entrar en el mercado laboral creí que yo renunciaba a muchas cosas, pero ahora sé que eso es muy poco. Aquel verano yo pasaba en los parques de Montreal haciendo música y dibujando. Debí frecuentar con limosneros y pobres en los bancos de alimentos de último recurso. Yo era feliz porque sabía que era una elección y asumía las consecuencias. El vivir de esa forma me proporcionó una rica experiencia y es en ese estado de disponibilidad que encontré a mi enamorada, con quien aún estoy desde hace nueve años. Ya tenía yo, en esa época, una visión de lo que soy fundamentalmente y me felicito de no haber escuchado a todos aquellos que pretendían conocerme mejor de lo que yo mismo me conozco. La Felicidad Absoluta consiste en estar a la escucha de esa voz interior que me guía a fin de llevar a cabo mi obra. Si esta voz grita tan alto que lo único que escucho es eso, es mi Ser que me devuelve al orden. En caso de duda yo lo dejo guiarme.
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Yo me mantengo simple siendo al mismo tiempo muy complejo. Escoger la opción de la simplicidad implica una maestría poco común y una gran sabiduría. La enseñanza de los grandes maestros se resume en recomendaciones, de una tal simplicidad, que pocas personas pueden aceptarlas. La Felicidad Absoluta es fácil; yo me alejo de aquellos que se dan la tarea de volverlo todo complicado y pesado. Es en la ligereza que yo siento la más sublime embriaguez de ser; el viento pasa a través de mí, me purifica. En una sociedad donde se hace elogio de lo superfluo, es un acto de coraje y una prueba de fuerza interior, el no crear necesidades que no existen, el no ser ingenuo con los publicistas que no persiguen mi felicidad, sino mi dinero. Eso tampoco significa que me privo de todo, solamente de no apegarme, de aprovechar cuando existe la ocasión. Yo puedo desear el dinero sin depender de él y, si no lo poseo, mi felicidad se mantiene intacta. Yo puedo amar a una mujer y aún si ella me deja, puedo continuar feliz incluso si eso me duele. Eh ahí como yo concibo la simplicidad, yo bailo en la paradoja, entre el apego y el desapego.
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