Extracto de La Felicidad Absoluta
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Cuando comencé el parvulario dejé de hablar a las personas, con excepción de mis padres, mis hermanas y mis profesores. Es únicamente cuando comencé la secundaria, más o menos a la edad de 12 años, que tomé la decisión de hablar con todos. Cuando vuelvo a pensar en ese periodo de mi vida me acuerdo de una felicidad tranquila, de una paz fuera de este mundo. Yo no tenía amigos y pasaba largas horas a pasear en bicicleta y a dibujar. Yo me sentía confortable, mis padres siempre me han dado amor y seguridad, permitiéndome aprovechar de este estado de despreocupación que ha anclado en mí la Felicidad Absoluta. Yo no recuerdo ni un solo instante en el cual me haya sentido solo, incluso en esa época, yo era vasto y entretenido. A menudo me vuelvo a sumergir en ese estado dichoso y las horas pasan volando. Siempre me pregunté porque dejé de hablar en mi infancia, ya que las explicaciones de los psicólogos nunca me convencieron. Es sólo recientemente que todo se esclareció cuando un vidente me dijo que yo soy un niño cristal. Para alguien que es muy racional, un niño cristal puede parecer autista. Mi mutismo provocó algunas preocupaciones en mis padres ya que, en aquella época, eso era aún un fenómeno nuevo. Ahora sé que en esa época yo era muy telepático, es por eso que prefería hablar interiormente, como lo hago actualmente de forma consciente. Aquello explica mi interés por los enteógenos, así como también por la abstracción en mi obra. El definirme como un niño cristal me ha dado una sensación de pertenencia y me ha vuelto inteligible la totalidad de mi vida. Al definirme, puedo también indefinirme.
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Muy pronto yo seré comprendido y apoyado. Yo siento la armonía sutil de mi vida. Yo soy mi propio amo, mi inventor, mas solo tengo algunos profesores. Una nueva generación llega con fuerza y será también soberana, libre, sin karma.
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En los momentos de turbulencia, de dolor, de contrariedad, necesito más energía y voluntad para mantenerme feliz. Yo me alejo subrepticiamente de mi Ser, me vuelvo a encontrar en el vacío abismal del mundo material, todo se derrumba, mi visión se nubla. Repentinamente, veo otro aspecto de la realidad, lo que muchos llaman la verdadera vida. Yo retomo conciencia de tener un cuerpo físico que puede morir, enfermarse o hundirse en la locura. En esos momentos, mi primer reflejo es el concentrarme en mi obra, lo cual es el modo más seguro de volver nuevamente cerca de mi Ser. Mi obra es más que mí mismo, a ella le debo mi estabilidad y mi salud mental, ella es la plataforma más sólida sobre la cual puedo apoyarme para saltar de nuevo hacia los niveles transcendentales que me vuelven a llevar inevitablemente hacia la felicidad. Yo comencé mi obra a la edad de dieciséis años y, me sirvo de eso, cual cable conductor, para recordarme mi compromiso, mi belleza inmanente y la felicidad que siempre he experimentado gracias a mi arte.
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Mi obra es el salvoconducto que me guía hacia mi Ser cuando me pierdo y estabiliza la Felicidad Absoluta en mí; así todo va bien. Claro que el salvoconducto no es el territorio, y estoy muy consciente de ello, sin embargo, con un salvoconducto tan bueno yo siempre estoy impregnado de certeza y camino sin dudar hacia el Absoluto.
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Mi obra forma una parte integral de mi cuerpo físico, es una extensión natural. Mi obra continuará y así, mis visiones guiarán a muchas generaciones después de mí. Es mi regalo para la humanidad que tanto amo. Mi intención es clara; inspirar y hacer felices a otros para que, cuando sea su turno, manifiesten aquello aquí y ahora. Yo no le acredito ningún objetivo a la realidad, ninguna finalidad, por lo que es absurdo para mí vivir sin este eje, cual espina dorsal, que le da un sentido a mi vida. Mi obra es el sistema que me permite percibir la realidad, percibirme a mí mismo y crearme. Yo soy el creador del cosmos, yo coloco a los actores y escribo el guión. Yo soy el centro inmanente.
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Yo siempre he dibujado y sé que siempre dibujaré; es mi vocación. Al ser creador yo experimento Dios cotidianamente, me aseguro de ese modo que el mundo es hecho a mi imagen. Las personas creativas son aquellas que influencian más a la realidad, son las verdaderas responsables de la misma. Poco me importa el no tener posesiones materiales o dinero ya que sé que poseo algo mucho más duradero que nunca podré perder. Si soy feliz sin todo lo superfluo lo seré también cuando sea millonario. Yo apuesto todo a mi obra y así no tengo nada que perder.
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El ser inmaterialista no es para nada permanecer en reposo en una sociedad materialista. Yo me apego a las cosas intangibles como a la felicidad, al amor, al arte y a los vastos espacios interiores que, de acuerdo a mi perspectiva, son lo más verdadero en este mundo. El desmaterializar el mundo a mi alrededor es volverlo inteligible. Para mi Ser todo es una representación. Si puedo caminar sobre el suelo, que es sólido en relación a mi cuerpo físico, es porque acepto gustosamente esta convención a fin de vivir dentro del espacio-tiempo, pero eso no significa que soy ingenuo. Si camino sobre un piso sólido en un sueño, se trata de la misma convención, pero en un nivel más sutil. En el Absoluto la materia no existe, todo es una representación.
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Tal como lo anuncia el Kali iugá, la ignorancia se encuentra a punto de alcanzar su cúspide. Yo espero grandes cambios, emito una onda de choque lo suficientemente fuerte para despertar al Ser de mi comunidad. Yo me he tomado el tiempo de estudiar, con el fin de remontarme a las raíces de la civilización. La iglesia y los políticos se la ingenian para hacernos olvidar que, antes de la historia, había algo más; el ser humano estaba en contacto con la realidad sutil, integraba lo invisible en su vida cotidiana, aún tenía un sentimiento de estar conectado a la magnificencia de la naturaleza y del universo. Yo no trato de regresar al pasado, eso sería una regresión, pero tampoco deseo echar la soga tras el caldero. Yo me desolidarizo con los políticos, con los banqueros y con la iglesia. Ya no son útiles ni para mí, ni para mi comunidad.
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El despertar de mi Ser se produjo durante una experiencia psicodélica. En aquella época, yo estudiaba empeñosamente la historia de las religiones, la filosofía y los mitos, en búsqueda de la filosofía perenne, el eje del mundo, esa raíz común de donde se origina el saber. Ahora me doy cuenta que yo buscaba mi Ser. Durante esta experiencia mística yo atravesé un templo donde pude percibir los símbolos sagrados, representando las diversas religiones y filosofías de la humanidad, que flotaban dispersas. Pasaba a través de esos símbolos y me dirigía más allá. Descubrí el centro de donde emana la Felicidad Absoluta. Había finalmente conseguido encontrarme y comprender quién era yo. Una inmensa ola de energía me sumergió a tal punto que incluso mi novia, quien dormía cerca de mí, se despertó en un estado de felicidad intensa y llena de energía. Nunca podré olvidar el camino hacia ese centro donde una felicidad eterna reina. Aún hoy en día, me basta con recordar esa experiencia para sentirme instantáneamente elevado. Ahora que estoy despierto nunca más quiero volverme a dormir.
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A menudo he visto la luz blanca, la luz clara de la tradición tibetana, en sueños o durante experiencias psicodélicas. Esta luz es la que describen aquellos que han tenido experiencias de muerte inminente. El nivel físico se vuelve invisible debido a la gran intensidad de la luz que, incluso mi persona desaparece, ya no soy más un ser humano, simplemente un ser. Yo vibro a la velocidad de la luz, yo me vuelvo la luz. Es una experiencia revitalizante, muy benéfica ya que me mantengo en un estado lechoso, incluso por varias horas. Es la fuente de la conciencia, la unión por donde emerge el infinito de posibilidades. Entrar en esta fuente es la forma más segura de purificarme, es el centro del ciclón, la raíz de mi Ser.
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El estado del despertar es tan simple y siempre presente que, es allí donde radica su dificultad, si se puede decir que existe una. Es esta conciencia del instante presente, esta simple percepción de la realidad, que poseo desde que entré en el espacio-tiempo. Si me pongo un perfume, incluso el más refinado, en un cierto momento lo dejo de percibir. El hábito es un anestésico, mata a mi genio, debilita mi vigilancia y me vuelve ciego incluso a lo que parece más evidente. Con el objeto de mantenerme despierto, yo me empeño en romper los hábitos para permanecer vivo y atento, presente en cada segundo. Ya sea por medio de experiencias psicodélicas, diversas técnicas de yoga, o incluso enamorándome; todos los caminos son válidos a fin de mantenerme despierto. Yo camino incesantemente sobre la cuerda floja pues nunca más quiero volverme a dormir. Cuando muera, yo me escaparé a la vertical del mundo.
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Extracto de La Felicidad Absoluta