Soy feliz y soy libre. Libre de ser, de deambular, de esconderme y de reaparecer. Quienes me aman saben apreciar mis ciclos y se reúnen para formar una armonía más vasta dentro de la flexibilidad y la facilidad. Los cambios que denotan mi existencia no son un problema para ellos; ellos se adaptan a los míos como yo me adapto a los suyos.
La Felicidad Absoluta permite la honestidad y el intercambio, al no tener límites, es central por todas partes. El Absoluto es abundante. Siempre es posible dar más… y recibir más.
La Felicidad Absoluta erige la satisfacción, la paz interior. Al ser feliz nada me hace falta, todo me sale bien e incluso los fracasos no llegan a ser fracasos, los errores se convierten en movimientos estratégicos de mi Ser. Aquello crea una cadencia sagrada.
Tengo la convicción definitiva que no tengo nada que perder, que la felicidad es tan fundamental e inmanente, que incluso si no poseo casi nada o que estoy solo, no la puedo perder. Yo soy Feliz así como también soy Dios. La Felicidad Absoluta es el único estado de ser que me sobrevivirá.
Yo vivo en un estado de felicidad tan densa que es palpable; puedo extender mi mano y tocarla. La siento en todo mi Ser. Mi vida es milagrosa. Inverosímiles sincronicidades me estimulan con alegría, tengo conciencia de nunca estar solo y siento que todos estamos relacionados, interconectados. Mis recuerdos se vuelven claros, penetro en el tiempo, los hago vibrar. Yo existo con todas mis fuerzas.
Extracto de La Felicidad Absoluta