Extracto de La Felicidad Absoluta
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La soledad es benéfica para mí. Yo estoy solo ante mi Ser pero, de todas formas, le saco partido a la situación. Donde sea que mi vista se pose soy yo mismo a quien veo, todos a quienes hablo me devuelven mi imagen. Al ser inmanente yo sé que cuando muera entraré en mí mismo. Yo elijo ser bueno y gentil con todos y los trato como quiero que me traten, ya que de todas formas yo soy el todo.
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El tener la certeza de que me quedan 72 años más de vida me da mucha alegría. Tengo 33 años y ya he decidido vivir hasta los 105 años. Yo escogí dónde, cuándo y cómo voy a morir; es lo menos se puede hacer. La muerte es aún el tabú más grande y por eso yo cuento únicamente conmigo mismo. Al haber comprendido ya lo que es la muerte, me queda suficiente tiempo para prepararme para el proceso de ascensión, de la escapada hacia la vertical. Sé que el mundo de los sueños, el nivel sutil, es el lugar de transición para la mayoría de nosotros. Yo trabajo sin cesar en los lazos invisibles que me unen a mis allegados, y es gracias a esta conexión, que podré recibir indicaciones en caso de estar confundido en el momento de mi muerte. Es también del mismo modo que podré guiar a uno de mis allegados en la situación inversa. Mientras más atento yo sea al proceso de entrada y de salida, más feliz seré, ya que pondré fin a la incesante actuación en la misma película.
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Las visitas telepáticas de una de mis amadas me propulsan en un estado de éxtasis sublime. La siento por todas partes en mí, como una caricia. Puedo verla, hablarla, sentir la realidad a través de ella. Es tan bello tener acceso a quienes amo de esa manera, a sus formas angelicales que pasan a través de mí, tan puras, a esa sedosa presencia y a esos grandes ojos invisibles.
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Yo me pierdo en el amor pero siempre regreso a la Felicidad Absoluta. Prefiero mantenerme centrado en ese estado de ser para no tener malas sorpresas. Yo sé alejarme de lo que amo si el objeto de mi amor ya no favorece a mi felicidad. Yo no corto necesariamente los lazos, pero me distancio sanamente para retornar mejor, cuando sea el momento propicio. Yo soy feliz por mí mismo, incluso si a veces parezco ser feliz por algún motivo u otro, es siempre un juego de mi persona para volverme a traer hacia ese estado no dual que es la Felicidad Absoluta.
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La felicidad es la matriz que lo permite todo; incluso la desdicha. Sin la felicidad fundamental del Ser la desdicha sería absurda. Los adormecidos se autorizan a ser desgraciados pero su Ser nunca olvida ese estado siempre presente. Incluso si a veces las nubes ocultan el sol, el sol siempre está presente detrás de ellas. La felicidad es entonces inevitable. Algunos tercos deberán esperar el momento de su muerte para darse cuenta de eso. Yo ya veo la realidad desmaterializarse a mi alrededor para dar lugar a la luz clara de la felicidad. Felizmente, soy lo suficientemente intuitivo como para saber que no es necesario esperar el momento de la muerte para ser feliz.
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Yo me veo tal cual soy; perfecto y transparente. Puedo entonces hacer notar a los otros lo que proyectan cuando se sirven de mí, como de un espejo, para verse a sí mismos. A partir del momento en el que comprenden lo que aquello implica, dudan antes de echarme en cara cualquier acusación. Esta etapa es hilarante ya que puedo sentir que ellos oscilan en una paradoja. Basta con repetir el proceso tan frecuentemente como sea necesario para permitirles verme tal cual soy y finalmente alcanzar el despertar.
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Yo soy diferente de la mayoría pero eso no es un motivo para que yo la deje servirse de mí cual chivo expiatorio. Los ignorantes que prueban su suerte conmigo terminan siempre sorprendidos de sentir la totalidad de la realidad reaccionar fuertemente contra ellos mismos. Yo tengo aliados por todas partes ya que estoy en todas partes. No necesito gastar energía, me es suficiente servirme de la suya y luego de redirigirla contra ellos, lo cual es perfectamente ético. No se puede hacer nada contra un ser despierto ya que es un ser libre y armonioso; su estruendosa risa es un arma invencible.
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La Felicidad Absoluta me inspira a caminar sobre la cuerda floja, a tomar riesgos. ¿Lo hago por indiferencia o por sabiduría? No lo sé. ¡Qué paradoja! Mi Ser se asegura de que todo salga bien para mí, que no me falte nada a fin de que yo continúe mi trabajo de artista en toda quietud. Aún no he comprendido el concepto del dinero y no soy el único confundido ante un concepto tan absurdo. Me basta con pensar en Modigliani o en Salvador Dalí para tranquilizarme; ambos tenían una relación muy singular con el dinero. Siempre he preferido no pensar en eso, no incluir ese concepto en mi proceso de creación. En el nivel absoluto todo me es dado.
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Yo descubrí mi vocación desde muy joven. Aquello ha jugado siempre en mi favor para mantenerme feliz. Hoy en día, a la edad de 33 años, tengo ya 23 años de oficio y eso me inspira a nunca parar. Mi obra es la columna vertebral de mi vida. Cuando me pierdo, me basta con consultar las diversas etapas de mi trayectoria artística para recordar, para retomar el orden. Yo sé porqué estoy vivo; mi trabajo me alimenta profundamente. Sin dirección es fácil perderme. Las tiras de dibujos me llevan infaliblemente hacia la Felicidad Absoluta y me agarro a ellas cueste lo que cueste. Desde luego, todo es simplemente una pieza de teatro en la que decido actuar pero, lo importante es que yo me divierta.
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El conocer mis prioridades es fundamental ya que quiero permanecer en mi senda. Desde siempre me anclé en mi obra; es la única cosa que me pertenece realmente y que me importa. Jamás nadie podrá quitarme mi genio. Las personas que me rodean tienen otros deseos y tratan subrepticiamente de hacerme creer que son los míos. No se trata de mala fe de su parte, pero yo no soy ingenuo y hago constantemente un examen minucioso de mis deseos con el objeto de no perder el hilo. Al principio de la veintena me era fácil no preocuparme del dinero, pero a los 33 años, ya comienzo a sentir la reprobación de aquellos que creen que tener una casa, un auto, hijos y un empleo, es lo más verdadero que existe en el mundo. Claro que sería un placer tener todos esos suplementos mas no son necesarios para mi felicidad. Yo respeto sus deseos siempre y cuando no me obliguen a pagar un precio, ya que francamente, yo puedo prescindir de ellos. Yo vivo del amor y del arte; soy un consagrado.
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Sin importar lo que haga, yo siempre hago lo mejor que puedo. Es un hábito consciente que es muy útil cuando tengo la impresión de ya no ser armonioso. Me basta con volver a este método para ver reaparecer la luz y encontrar los amigos de mi esencia.
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