Esta rehabilitación de los psicodélicos, a la que Terence McKenna llamó “La nueva conciencia psicodélica” (Archaic Revival), favorece la convergencia de varios ámbitos tales como, la etnobotánica, la espiritualidad y la psicoterapia, las cuales llevan hacia una visión holística del ser humano.
Actualmente, la etnobotánica está en plena efervescencia. De hecho, con la cantidad y la calidad de información disponible hoy en día, es posible estudiar y cultivar una gran cantidad de enteógenos. El etnobotánico principiante puede aprender a reconocer las plantas psicodélicas, por ejemplo: la Ipomoea purpurea (o Gloria de la mañana), los hongos y la datura, que crecen por todas partes, por lo que basta con saber reconocerlos para obtenerlos de forma gratuita. Asimismo, sin un mayor esfuerzo se puede también cultivarlas en el hogar. Gracias al Internet también se puede ordenar enteógenos directamente desde su país de origen, así como también compartir información acerca del tema. Sitios Web tales como Erowid contienen información clara y precisa, consejos, trucos, recetas, testimonios, etc. Además, en las tiendas especializadas en etnobotánica se puede comprar, legalmente, potentes psicodélicos como: San Pedro, Salvia, Iboga o las plantas necesarias para crear el brebaje de la Ayahuasca. Mientras las sustancias sintéticas sean ilegales, será mejor enfocarse en la etnobotánica para eliminar la paranoia y maximizar las oportunidades para tener una experiencia positiva y enriquecedora.
Los enteógenos han sido utilizados como herramientas espirituales desde el comienzo de la humanidad; diversas teorías los sitúan en la génesis de las religiones y las tradiciones espirituales ganan cada vez más credibilidad. Las tradiciones religiosas han utilizado los psicodélicos como una ayuda física para las prácticas religiosas y sacramentales. Por ejemplo, los Vedas, las escrituras sagradas más antiguas sobre la Tierra, hablan de Soma, un elixir realizado en base a la seta Amanita Muscaria o Stropharia Cubensis. En India, Patanyali cita yerbas que contienen la luz del yoga como una senda válida hacia el camino de la iluminación. Muchas religiones indígenas de América utilizan el peyote, los hongos mágicos, la Datura y la Gloria de la Mañana. La Ayahuasca es utilizada en Perú y Brasil para permitir la comunicación con los dioses y mantener a la comunidad saludable. Los rastafaris utilizan la marihuana diariamente.
La utilización espiritual de tales sustancias suscita aún hoy en día debates dinámicos. En efecto, desde los años sesenta más y más personas son atraídas al budismo, como resultado de una experiencia trascendental, catalizada por sustancias psicodélicas. Una de las recomendaciones de Buda es no obstante, el no abusar de las sustancias intoxicantes. Es por eso que algunos creen que no se debe tomar sustancias intoxicantes, pues piensan que uno se vuelve prisionero a este tipo de experiencia, y aquello no se trata de la no experiencia a la cual se quiere llegar a través del budismo Zen. Por otro lado, algunos creen que no se debe abusar de las sustancias intoxicantes; es la vía del medio. Sin embargo, es innegable que se deberá, de ahora en adelante, vivir en simbiosis con los psicodélicos. De hecho, el LSD nos catapulta más allá de nuestras estructuras conceptuales; nos libera. El LSD hace caso omiso de nuestro hábito de identificarnos con nuestros pensamientos y nos pone en un modo no conceptual de forma muy rápida. Así, los estados místicos obtenidos con la ayuda de los enteógenos son tan parecidos a aquellos logrados por métodos tradicionales, como la meditación, que es imposible diferenciarlos.
Si miramos los datos de Stan Grof o de aquellos de las personas que han tenido una serie de sesiones psicodélicas intensas en el lugar adecuado y en el estado mental adecuado, lo que encontramos es que algunos, y no todos, pero ciertas personas, tendrán la experiencia del estado causal puro, un “One Taste”, una verdadera experiencia del estado de samadhi, y es eso lo que hace que tales experiencias valgan la pena. – Ken Wilber
Jean Gebser fue el primero en darse cuenta de la estructura integral de la conciencia humana, lo cual ha permitido el desarrollo de una nueva rama de la psicología; la psicología transpersonal. Este tipo de psicología estudia los estados no ordinarios de conciencia: fenómenos paranormales, trance, meditación, experiencias paroxísticas y el psicodelismo. Otros terapeutas y pensadores como Abraham Maslow, Carl G. Jung y Ken Wilber posteriormente han enriquecido lo transpersonal, que actualmente forma la cuarta fuerza de la psicología, siendo las tres primeras: el conductismo, el psicoanálisis y el enfoque humanista.
El potencial benéfico de los psicodélicos, cuando se emplean concienzudamente por profesionales, es innegable en el campo del crecimiento personal. Las investigaciones clínicas han demostrado que los psicodélicos son benéficos para el alivio del alcoholismo, la dependencia a otras drogas, los problemas relacionales, la reincidencia criminal, el estrés postraumático, la depresión y el desorden obsesivo-compulsivo. Son también de gran ayuda para la psicoterapia del cáncer en fase terminal, la estimulación de estados meditativos y el desencadenamiento de experiencias místicas. Muchos terapeutas utilizan también, subrepticiamente, los psicodélicos a pesar de su ilegalidad. Una vez que han descubierto la eficacia de estas sustancias, ya no han podido, debido a su buena intención, rechazar un medio tan eficaz para tratar a sus pacientes, aún corriendo el riesgo de encarcelamiento. Algunos de los ejemplos más sobresalientes son personas como Alexander y Ann Shulgin, Ralph Metzner, Richard Alpert y Timothy Leary, solo para mencionar algunos ya que la lista es larga. Una consecuencia desafortunada de una situación similar es que las experiencias y resultados no pueden ser difundidos públicamente, privando de igual forma tanto al público como a los profesionales de la salud, de una gran cantidad de información preciada.
Los enteógenos, utilizados dentro del contexto apropiado, por individuos calificados y con un propósito conveniente, en dosis apropiadas y con un estado interior propicio, pueden manifestar un gran potencial para aliviar el dolor generado en diferentes niveles existenciales del ser humano. Facilitan el surgimiento de estados sutiles de conciencia, estados que más adelante son integrados en la totalidad de la persona que lleva a cabo la experiencia, así como también en su vida cotidiana. Mediante la disolución de la firme posición del nivel mental lógico-racional sobre la percepción de la realidad, los enteógenos precipitan, por una parte, la apariencia y la observación de contenidos que se elevan hacia niveles prepersonales, y por otra parte, la apariencia y contenidos que se elevan a niveles transpersonales.
Un requerimiento principal para poder tener una experiencia enriquecedora es la honestidad. Siempre y cuando uno esté listo para confrontar y resolver cualquier sensación inconfortable que se presente a partir de tal confrontación, un aprendizaje de gran valor se desarrolla. Una de las mayores causas de incomodidad durante una sesión psicodélica es el tratar de mantener una imagen de sí mismo que no está en armonía con el Yo superior. Mientras más grande es el esfuerzo por retener la imagen creada – y consecuentemente, mayor es la repugnancia contra el cambio – más grande es la incomodidad. La disparidad puede ser tan grande y dolorosa que el sujeto desarrolla episodios psicóticos para escapar de la incomodidad. La voluntad de abandonarse a la experiencia y de permitir una resolución del conflicto acarrea con frecuencia una nueva perspectiva de gran valor, en lo que respecta a los sentimientos reprimidos, valores escondidos, compulsiones y aspiraciones, y comportamientos inapropiados. Además, como el material psíquico reprimido es descargado, la esencia interior de nuestra naturaleza transpersonal puede manifestarse. Aquello puede llevar a una realización profunda y extática de nuestra verdadera naturaleza, así como también a la del cosmos.
Las experiencias psicodélicas nos aluden a sentir que en el interior de cada uno se encuentra un autosanador. Utilizadas con prudencia y sabiduría ellas nos permiten comprender mejor la realidad además de cambiarnos a nosotros mismos voluntariamente.
Actualmente, vivimos un momento importante de la civilización humana. Si nuestra actitud no cambia radicalmente nada impedirá nuestra autodestrucción. El materialismo ha convertido la situación en algo crítico: contaminación, crisis, sufrimiento e injusticias carcomen a la humanidad cual cáncer. El aparato manipulador plutocrático ha alcanzado un poder tal que, a través de los medios de comunicación, todos esos problemas se amplifican exponencialmente y causan aún más estragos.
Tal como se sugiere al principio de este capítulo, los psicodélicos no son LA solución, sino más bien UNA solución a esta problemática. Pueden ser utilizados para enfocar nuestra atención hacia los estados sutiles de la conciencia y para darnos una mejor comprensión de la realidad. Son útiles para encontrar de nuevo una espiritualidad sana y sin dogma ni intermediarios y para curarnos de una multitud de males que nos desvían de lo esencial. Los psicodélicos favorecen a un modo de vida voluntariamente consciente, en armonía con el ritmo del universo.
¡Que los psicodélicos retomen su lugar entre nosotros! Son una parte integral de nuestra civilización. Son los amigos de nuestra esencia. Los psicodélicos deben nuevamente ser apreciados y honrados por su justo valor. Yo le dedico esta obra a aquella reflexión.
Extracto de El Maestro Psicodelico