Extracto de El Maestro Psicodelico
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La posición pro plantas psicodélicas es claramente una posición antidrogas. La dependencia a las drogas son el resultado de comportamientos habituales, no examinados y obsesivos: son precisamente esas tendencias de nuestra constitución psicológica que los psicodélicos atenúan. Las plantas alucinógenas disuelven los hábitos y mantienen la motivación elevada para la inspección, gracias a un punto de vista al interior del individuo, que es más grande, menos egocéntrico y más realista. – Terence McKenna
Yo nunca me he sentido atraído por las drogas duras. La felicidad y la violencia creadora que me habitan me han mantenido lejos de su influencia mortífera. En efecto, las drogas duras son analgésicos, una familia muy diferente a la de los psicodélicos. Las más conocidas son la heroína, la cocaína, el opio, el crack, la morfina, pero también el alcohol, los antidepresivos, y el famoso Ritalin que se da a los niños hiperactivos para neutralizarlos. Los psicodélicos nos confrontan con nosotros mismos, favorecen al crecimiento personal y a la creación del sí mismo, son benévolos y llenos de sabiduría. Por el contrario, las drogas duras bloquean toda posibilidad de crecimiento al insensibilizar al consumidor. El junkie ya no sufre, no porque el dolor desaparece sino porque está escondido detrás de un entumecimiento de los sentidos. Las drogas duras impiden momentáneamente sentir dolor, salvo que no proponen ninguna solución, no sanan, ni dan nada a cambio. Desde luego, procuran un bienestar momentáneo, pero no hacen nada más que poner los problemas de la persona en la lista de espera.
La utilización de drogas duras es un fenómeno relativamente nuevo en la historia de la humanidad, pero su presencia traduce la gran ignorancia de la modernidad que glorifica la superficialidad, el quick fix, la ciencia… lo finito. El cristianismo ha causado tales estragos desde hace más de 2000 años, que hoy en día el sufrimiento colectivo culmina con ese sentimiento absurdo de ser prisionero de la materia, de la cual hablan los existencialistas. Jesús ha enseñado muy bien a millones de creyentes a sufrir… y ellos continúan desde entonces a sufrir en el fondo de su corazón, como si eso fuese el camino de la liberación. Pero en algún punto sucede algo distinto, los individuos ya no quieren ser prisioneros de los guetos en donde se encuentran amontonados como ganado y donde ya no pueden más continuar trabajando por más de 60 horas por semana sin nunca darse momentos para relajarse, pensar, disfrutar. Pueden entonces, ya sea acudir a los psicodélicos para recibir visiones y consejos, o claudicar e insensibilizarse para no sentir este dolor de existir en una realidad que ya no tiene sentido, que se burla de ellos tratándolos como números, aislándolos para dominarlos mejor. Los primeros reaccionan como guerreros, los últimos como víctimas. Es sin embargo un infortunio que las víctimas autodestructoras, dependientes de las drogas duras, sean confundidas con los exploradores que utilizan los enteógenos para encontrar la verdad en ellos. He ahí una maniobra finamente orquestada por aquellos a quienes esta confusión aventaja más. “A pesar de miles de años de utilización espiritual de plantas visionarias en las culturas indígenas en todo el mundo, los gobiernos modernos, con muy pocas excepciones, han tratado de reprimir el uso de plantas y sustancias químicas abridoras de conciencia, clasificándolas, al lado de los narcóticos y estimulantes peligrosos, presumiendo que crean una dependencia – lo cual no es verdad – y que no tienen ningún valor social”, menciona Ann Shulgin acerca de este sujeto. Sería benéfico reemplazar lo más rápido el “Just Say NO!” de la campaña de propaganda antidroga estadounidense, por el “Just Say KNOW !”, de la comunidad psicodélica. Reemplacemos lo prohibido por medio de la apertura y la comprensión.
Según Timothy Leary, las drogas duras legales aceptadas y controladas por los gobiernos, activan los circuitos mentales del cerebro (míticos y racionales). Es por eso que algunas drogas duras son tan fáciles de conseguir, como los antidepresivos, el alcohol, el Ritalin, y todos los derivados de la cocaína. Estas sustancias tienen un efecto desastroso en el sistema nervioso, que no está diseñado para acumular tal tensión. La heroína, el crack, las anfetaminas, la cocaína, pertenecen a la misma familia que las sustancias que los médicos de hoy en día utilizan para anestesiar a sus pacientes antes de una operación, igual que aquellas prescritas por los psiquiatras y psicólogos para tranquilizar a sus pacientes y llenar su cuota de píldoras. Aquello ilustra cómo el humano moderno ha llegado a aprisionarse en la materia y cómo ha perdido la esperanza de escapar de ella.
Muchos juzgan con severidad a los junkies que luchan con un problema de adicción, sin darse cuenta que las drogas que ellos utilizan pertenecen a la misma familia y que también ellos son adictos a ellas. Debido a que las drogas duras están por todas partes… hay que saber reconocerlas.
No hay que echar la soga tras el caldero. No echemos a la basura las drogas duras con el pretexto que son destructivas para la mayoría. El dicho de Nietzsche se aplica aquí a la perfección: El veneno que mata al más débil, fortalecerá al más fuerte. Recordemos que varios de los mejores músicos de jazz del siglo veinte – Miles Davis, Charlie Parker, John Coltrane, Dizzy Gillespie – fueron heroinómanos notorios. Algunos de ellos han muerto a causa de las drogas, pero han creado obras de una genialidad fulminante. Alister Crowley, místico y escritor de lo oculto, también descendió a los infiernos de la heroína, pero también fue capaz de mantenerse amo de sí mismo. Su libro Diary of a Drug Fiend, publicado en 1922, relata una historia basada en sus propias experiencias con las drogas. Genios como Baudelaire y Cocteau también fumaron opio, del cual sus vapores han inspirado versos deliciosos y reflexiones profundas.
“…Y los menos necios, atrevidos amantes de la Demencia,
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
¡Refugiándose en el opio inconmensurable!
Tal es del globo entero el eterno boletín”. – Charles Baudelaire, Las Flores del Mal
El opio despeja la mente. Nunca lo vuelve a uno espiritual. Expande la mente. No la embriaga. – Jean Cocteau, Opio
William Burroughs, famoso escritor y junkie, dotado de una inteligencia enciclopédica, escribió entre 1954 y 1957 El Almuerzo Desnudo mientras residía en Tánger, Marruecos. Ampliamente escrito bajo la influencia de drogas alucinógenas, de heroína y de cocaína, la primera versión de El Almuerzo Desnudo se presentó en forma de notas dispersas, informes y obscenas, reordenadas a veces por la técnica llamada cut-up. Esta obra es, en efecto, un descenso de pesadilla en la mente de un junkie que transciende la forma clásica de la novela, desestructurándola, maltratando la forma y el fondo, y de esa manera el autor solidifica sus divagaciones morfinizadas en sus alegorías, oscilando entre la ciencia ficción y la tragedia, hablando de modificaciones corporales, de orgías homosexuales, de complots y de criaturas aterradoras, todo eso ocurre en un país extraño, lugar de todas las locuras, llamado la Interzona.
Muchos de los grandes genios han utilizado drogas duras para alimentar su creatividad. Son inteligencias superiores, pero el seguir el mismo camino que ellos conlleva un peligro permanente, una proximidad con la muerte que pocos saben soportar. Es además lo que los inspira, los forza violentamente a empujar sus límites y es eso lo que en ocasiones los pierde… pero un artista es inmortal cuando deja una obra que lleva el testimonio de sus proezas, de sus contorsiones y de sus temerarias escenas de riesgo que lo ponen a la vanguardia y estremecen la ley general. Las drogas duras no perdonan, con un solo paso en falso el infierno se instala. Es por eso necesario ser un temible guerrero para jugar con fuego de tal forma. William Burroughs decía: “Yo voy tan lejos que algún día no volveré”. Pero, aunque no sea necesario sacrificarse para crear una obra genial, su sacrificio sirve, sin embargo, de inspiración para el resto de la humanidad.
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Extracto de El Maestro Psicodelico