Extracto de La Felicidad Absoluta
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Yo continúo siendo simple mientras soy consciente de mi complejidad. Es mi simplicidad la que me mantiene cerca de mi ser y es mi complejidad la que me propulsa hacia mi esencia. Yo cambio exteriormente pero en el fondo soy siempre el mismo; sensible, inteligente, curioso, lleno de alegría de vivir. Conozco a muchas personas que se mueven sin cesar, se agitan, levantan el polvo, se jactan de poder hacer todo al mismo tiempo. Personalmente, yo soy como una tortuga, avanzo lenta pero seguramente. Termino siempre viéndoles extenuados y desarraigados.
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Antes de haber despertado yo creía que mi felicidad era como una hoguera, que debía añadir leña sin cesar para que perdure. Sin embargo, a partir del momento cuando desperté, comprendí que la felicidad no necesita nada para mantenerse viva, que la leña está hecha de esta felicidad, que todo me lleva sin cesar al absoluto.
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La rutina no es nefasta mientras yo sepa en que momento romperla. Es un arte saber renacer cuando es necesario, cambiar drásticamente mi punto de anclaje para ver la realidad desde otra perspectiva. Me gusta la rutina porque me permite acceder a un nivel más sutil de mi ser, me deja explorar vastos territorios en toda seguridad. Pero, en cierto momento, el hábito mata mi genio, y eso yo no lo tolero. Es en ese momento que yo creo una distracción. Yo puedo sentir el momento exacto cuando debo lanzarme a lo desconocido y no regresar. A eso yo llamo inquietar a la inspiración. Hago trucos y es así que mantengo mi estado de despertar, al renovarme sin cesar mientras sigo siendo yo mismo. Oscilo en la paradoja, en equilibrio precario pero, sin embargo, muy estable.
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Todo es cíclico excepto el Ser. Cada ciclo trae sus cosechas y sus estaciones. El conocimiento íntimo de los movimientos de mi esencia es una ventaja que me permite prever mejor, estar en sincronía. Encuentro en la teoría del calendario Maya un buen método para manifestar esos ciclos y servirme de ellos como de una herramienta de propulsión. Yo veo y siento los ciclos de aquellos que amo y la armonía sublime que nos une; sin perder nunca de vista la visión de conjunto yo siento la matriz que permite al potencial infinito de mi Ser expresarse.
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Mi alta velocidad intelectual me vuelve loco de felicidad. Me embriaga el tener acceso a tanto conocimiento, a comprender conceptos complejos y a jugar con ellos. A veces me reprochan de jactarme de ello y, sé que eso puede jugar en mi desventaja, pero es más fuerte que yo. Es la forma más segura de alejar de mí a aquellos que tienen un complejo de inferioridad. Yo mismo me sorprendo en mis momentos de exaltación de tener una respuesta para todo, de estar en contacto con el saber inmanente. Yo me prometí a mí mismo poner mi viva inteligencia al servicio de mi comunidad, y espero que de esa forma, mi devoción pueda compensar mi exceso de vanagloria.
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La inteligencia es innata pero yo la alimento sin cesar, la mantengo despierta estimulándola y cultivándola. Cuando conocí a mi novia, de origen rumano, a la edad de 24 años, tuve un shock al darme cuenta que yo no era culto. En ese momento me sentí traicionado por el sistema escolar. Entonces, me arremangué y me sumergí en el estudio de la filosofía, historia, literatura, psicología, metafísica, etc. Literalmente, he devorado miles de libros para recuperar el tiempo perdido en los pupitres de la escuela. Yo soy pragmático e híperracional por lo que me fue fácil desarrollar mi erudición y esta carrera desenfrenada hacia el conocimiento me llevó directamente al despertar. Alan Watts decía que podemos alcanzar la iluminación por medio de la inteligencia y así me sucedió a mí. En suma, el saber y el conocimiento se encuentran y se unen, por lo que no existe ya una diferencia entre lo interno y lo externo. Todo lo que leo y aprendo está corroborado por la experiencia.
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Me gusta leer las biografías de los grandes genios; son mis verdaderos contemporáneos. Su exceso se parece al mío. Los genios son raros y por eso he buscado a través de la historia para acopiarlos y aprender de ellos. Un punto en común que tienen todos es la conciencia clara de ser genios; lo proclaman alto y fuerte. De todas formas, su obra está presente para probarlo. A mí me han recomendado con frecuencia de no mencionar constantemente que soy un genio, pero quienes me han aconsejado eso no son genios. Yo les agradezco por su consejo pero yo únicamente me dejo guiar por aquellos que me pueden dar ejemplo. Es así que yo escojo mis modelos entre los más grandes seres y no dejo que nadie me diga qué hacer.
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Extracto de La Felicidad Absoluta