Extracto de La Felicidad Absoluta
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Yo tuve una experiencia en la cual estaba de tan buen humor, que la única forma de encausar esta increíble energía, fue explotando de una risa contagiosa. Sin embargo, no había nada de divertido. A veces, no es porque algo es divertido que yo río.
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Las mujeres hermosas embellecen mi vida, expresan tan bien la belleza, la gracia, la coquetería. Yo me enamoro fácilmente, reconozco a las amigas de mi esencia desde el momento en que se aproximan a mí. Es como un interruptor que se enciende de repente a toda potencia. En ese momento, me pongo en un estado de apertura vulnerable; sé que en el nivel absoluto no me arriesgo a nada. Yo reconozco rápidamente los lazos que nos unen aquí y ahora. Todo es muy claro; yo sondeo el tiempo y obtengo respuestas inesperadas. Oscilo constantemente en la paradoja, entre el león y el zorro. Todos mis sentidos están despiertos. Los lazos de amor están vivos. El apostar todo por la materia es el medio más fácil de suicidarme. Yo me concentro en lo más verdadero que existe para convertir al proceso en algo confortable y eficaz.
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Yo sé que mientras sepa cómo hacerme amar de bellas mujeres, de amigas de mi esencia, yo estaré en seguridad y nada me faltará. Quiero vivir siempre en la abundancia; es la única manera de manifestar la realidad tal cual; y las mujeres saben cómo hacerlo.
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El enamorarme cuestiona a mi ser de forma integral. Una tal proximidad con una nueva mujer es algo regenerador, electrizante y puesto que me concentro en el proceso nunca me decepciono. La amada es el atractor trascendental; yo me dejo atraer y es el camino lo que cuenta, el instante presente. Yo quiero enamorarme lo más frecuente posible. Para ello no debo apegarme al objeto del amor sino que debo permanecer libre, lo cual es paradójico, ya que también me es necesario unirme sólidamente a la amada. Yo construyo un diálogo con el aspecto arquetípico de la mujer, la Diosa. Ella se manifiesta a través de muchas mujeres, pero es la misma presencia. Una pareja sana debería permitir a cada miembro de poder enamorarse esporádicamente de nuevas personas. La felicidad del uno no debería volver al otro desdichado. Yo no pido permiso de enamorarme, yo lo hago y dejo que la realidad se ajuste milagrosamente a mi alrededor.
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Enamorarse es una experiencia paradójica. Yo siento una conmoción liberadora y al mismo tiempo me vuelvo literalmente cautivo de mi deseo de estar con la amada. Un flechazo me propulsa en un estado no dual de conciencia, ya que llego a estar centrado en el proceso, mientras me sirvo de la amada como si fuera una plataforma. Al fin y al cabo, es siempre de mi Ser que me enamoro.
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Yo me focalizo, primero que nada, en mi felicidad, luego en la de las personas que me rodean y que vienen hacia mí. La Felicidad Absoluta es contagiosa; me gusta contagiar a las personas. Cuando miro con orgullo a aquellos a quienes he despertado y ellos comienzan también a generar felicidad alrededor de ellos, sé que es de ese modo que debo proceder para conducir a mi comunidad hacia la armonía. Uno por uno, meticulosamente, les permito aproximarse lo bastante cerca para que vibren a mi diapasón. Al cambiarme a mí mismo yo activo la gran revolución. No puedo abstenerme de reír cuando veo a gente desdichada partir en misiones humanitarias. Son ellos quienes necesitan ayuda. Sin la claridad de la Felicidad Absoluta siempre existe una distorsión en mis acciones, un karma que me atrapa. Yo me salvo a mí mismo y luego lanzo el cable.
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Emergen de mí intensas olas de felicidad sin razón aparente. Casi no puedo contenerme, mi cuerpo físico es demasiado estrecho. Todo es lleno, luminoso, bendito. Me río sin cesar, incluso si la mayor parte del tiempo estoy solo. Las elecciones inminentes exacerban lo absurdo de la situación. Temo morir de la risa. Eso parece muy grave para los ciudadanos modelos adormecidos que creen que agitándose y votando cambian la realidad por algo mejor. ¿Cómo alguien que no está investido de Ser podría investir la realidad a su alrededor? Es verdad que ellos tienen buenos profesores; los políticos y los banqueros prestan incluso lo que no poseen. Mis certezas metafísicas tienen un efecto devastador sobre todos esos zombis y evidentemente ellos no están preparados para escucharlas. Mis argumentos son no racionales y se parecen a los acertijos Zen. En lugar de atacar yo lanzo destellos de luz que su supraconciente graba claramente, pero que su nivel mental rechaza. Ellos sienten una simpatía hacia mí, pero no comprenden hacia dónde me dirijo. En efecto, yo no pretendo convencer sino despertar.
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Ser feliz es vivir en la abundancia. La felicidad no tiene fondo, es inagotable. Anhelo el día en el que aprendamos a canalizar esta energía para hacer funcionar nuestras máquinas.
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En ocasiones soy vencido por la Felicidad Absoluta, me hundo en un estupor beato. A menudo me pregunto si eso es la locura; ojalá que sí. Yo pienso que el genio está tan cercano de la locura que, para un neófito, no existe diferencia. Todo sucede al interior; al contrario que un lunático, yo siempre tengo la agilidad mental para comprender lo que me sucede y soy el amo de mí mismo. En vez de sufrir mi locura, yo la provoco sin miramientos, ya que es en esos estados esquizofrénicos que yo tengo mis destellos de genialidad. El genio es no lineal, alógico. A veces tropiezo y es en esos instantes de vulnerabilidad que me siento más vivo, más verdadero. Me sumerjo en la locura con la certeza de volver a salir más fuerte, más inteligente.
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Nuestra comunidad debe aprender a reconocer los estados transpersonales de la conciencia. Para alguien racional, no hay diferencia entre un loco y un santo, es el error pre/trans: el estado prepersonal y el transpersonal se parecen mucho y por eso algunas personas los confunden. Habrá menos gente en los hospitales psiquiátricos cuando comprendamos que muchos de nosotros nos encontramos, en efecto, en el estado de despertar y que las percepciones paranormales son completamente sanas en alguien que es feliz. Para mí ha sido necesario estudiar sin descanso para llegar a comprender mejor este fenómeno, sobretodo, después de haber vivido varias experiencias místicas desde los 28 años. Si no logro explicarlo a mis contemporáneos, al menos puedo explicármelo a mí mismo, ahora. Yo comprendo mejor mi lugar dentro de la comunidad y aquello me proporciona una gran paz interior.
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